El viernes esta sede del Festival estaba a rebosar de flores y de público para presenciar la actuación de Kroke. En la presentación, Ricardo, el alma mater de este rincón musical de Jimena, citó a Ramón Trecet para decir que “después de escuchar a Kroke uno se siente como empujado contra la pared”. Asombrados.
En la página web del Festival se recoge que uno de los admiradores del grupo es Steven Spielberg. En su película La lista de Schindler, el violín solista es Itzar Perlman, consigue trasladar todo el abandono que sintió el pueblo judio durante el horror de la segunda contienda mundial.
En las novelas de Saul Bellow o de Isaac Bashevis Singer ese abandono se traduce en una busque de identidad constante mezclando el pasado con el presente, el inglés, el francés, el alemán o el ruso con el yiddish y conservando los rituales ancestrales junto a una laicidad feroz.
Cuando sonaron las primeras notas de la viola de Tomasz Kukurba lo primero que se me vino a la cabeza fue la idea de la diáspora. La música klezmer siempre tiene un deje de melancolía y lamento inconfundible y ello a pesar de que sean compuestas con motivo de celebraciones alegres y venturosas. La música de Kroke está basada en la tradición y las enseñanzas jasídicas pero tanto Kukurba, como Lato en el contrabajo el magistral Jerzy Bawol en el acordeón y Grochot como baterista, consiguen dar a su música una impronta personal que, sin olvidar que lo que no es tradición es plagio, asombran por su originalidad, la riqueza de sus improvisaciones y sus más o menos veladas a géneros como el jazz.
Los dos primeros temas lo ejecutaron a ritmo muy vivo; el tercero lo inició el acordeón con cadencia más benévola y contrapunteado por la viola con juguetones pizzicatos - me remonté a El violinista en el tejado y a Topol -; luego las maracas balanceadas por el baterista y el acordeón esbozan un monumento a la melancolía al que se suman con agrado el bajo y la viola para completar ese profundo sentimiento.
música klezmer
Típico de la música klezmer son los silbidos, alaridos, gritos y cantos. También los hubo y perfectamente ejecutados por Kukurba: Grochot, golpeando con las baquetas sobre el plato de mayor superficie adelanta el ritmo desbocado con el que el grupo va a discurrir en la siguiente composición. La cuerda más aguda de la viola a punto de fundirse por la fricción a la que la somete su instrumentista. La gente sigue los temas a ritmo de palmas. Una propina salva de aplausos, luces que se apagan y músicos que desaparecen. La presencia de Ricardo nos tranquiliza. Anuncia que volverán al escenario para ofrecer un tema de su noveno disco que saldrá en septiembre. Lato toca con el arco el contrabajo a modo de bajo continuo, muy grave, invariable, permanente; el acordeón irrumpe con un fuelle lento, la batería sutil y en vez de viola - en la primera parte - una flauta oriental sofronizante. El ritmo es lento, largo la melodía bellísima. Luego se aviva hasta salirse del pentagrama y caer en otro remanso. No dejen de comprarlo.