Los sevillanos traen un tipo medieval con unos soberanos que recuerdan a un siglo victorioso. Cantan en el primer pasodoble al destino del dinero que se utiliza de mala manera en vez de darle un uso mucho más útil como pudiera ser a los medicamentos.
En el segundo, maldicen a los humanos “que tienen las manos manchadas de sangre”, acordándose de la mal entendida religión.
La actuación no engancha a un público que intenta salir del sopor del comienzo de la noche. Al menos no se recrean y aligeran y acortan su participación. Se agradece.