La historia de Chiclana, más allá de en los libros, está escrita en la memoria de sus habitantes y, también, en las aguas de un río, el Iro, que, quizás mejor que nadie, conozca todo lo ocurrido en este territorio desde que, hace miles de años, lo remontaran los fenicios.
Historia, como todas, de luces y sombras, con algunas páginas que, eso sí, han quedado ‘grabadas a fuego’.
Páginas como la que se escribió el 19 de octubre de 1965 y que relata las terribles consecuencias que tuvo para la localidad una crecida del Iro, riada, de tintes históricos.
Y no es que el Iro no se hubiese desbordado con anterioridad, ya lo hizo en 1920 con el fallecimiento de Gabriel Piñero Botosi (cocinero de la fonda de Custodio), sino que en ese otoño del 65 sus aguas mostraron una capacidad de destrucción desconocida hasta la fecha.
Poder destructor que comenzó a gestarse en el término municial de la vecina Medina Sidonia, donde a lo largo de esa madrugada del 19 de octubre de 1965 cayeron lluvias copiosas. Aguas que corrieron río abajo y que, sobre las once y media de la mañana, ‘tomaron’ el centro de Chiclana, después de que el Iro se desbordara por ambas márgenes; dando paso a escenas dantescas.
Tal fue la fuerza con las que las aguas irrumpieron en la localidad, que muchos edificios y construcciones icónicas de la ciudad desaparecieron para siempre. Edificios como el Teatro García Gutiérrez, entonces a orillas del Iro, o infraestructuras como el Puente Chico, del que solo quedó el recuerdo, fueron algunas de sus víctimas.
Pero lo peor se vivió en las calles de la Chiclana de entonces, con multitud de casas inundadas y cientos de chiclaneros, niños y mayores, intentando ponerse a salvo en una jornada con tintes del diluvio final. La localidad vivió minutos, horas y días de auténtica zozobra, de los que aún hoy dan testimonio las imágenes de la época.
Todo en una jornada en la que las zodiacs y los helicópteros llegados de la base militar de Rota fueron determinantes para saldar con ‘éxito’ una operación de evacuación nunca antes vista en Chiclana y en la que jugaron un papel determinante los miembros de la Guardia Civil, Policía Municipal, bomberos e, incluso, de las Fuerzas Armadas. Suceso devastador que, en medio de tanta desgracia, también tuvo su parte positiva, la inmensa solidaridad de muchos chiclaneros (particulares, comerciantes, empresarios, etc.), que donaron alimentos, materiales y ropa para auxiliar a quienes lo habían perdido todo.
Como no podía ser de otra forma, el pulso de Chiclana se vio totalmente alterado, cobrando especial protagonismo los comedores y albergues que se habilitaron para prestar atención a numerosas familias.
Dicen que, desde aquel momento, los chiclaneros comenzaron a darle la espalda al río Iro, contemplándolo como una amenaza más que como lo que fue durante siglos, una vía de comunicación y progreso.