Toñi y Salvador, dos amigos -o eso pensaba yo-, dicen que tendría que cambiar el epígrafe de esta columna para pasar a denominarla
Er Tibio, y puede que tengan razón.
Cada vez poseo menos certezas. Por ejemplo: soy de esos que se pasaron media vida pidiendo, y con un grado superlativo de indignación, la supresión del peaje entre Sevilla y Cádiz mientras que ahora, ante el estado de la carretera y las continuas e interminables retenciones, añoro aquel gravamen ya que el tercer carril es como una quimera inalcanzable.
Esta semana, con el
debate de investidura, me ha pasado algo similar. Creo que
empatizo demasiado. Escucho a Feijóo hablar del chantaje, de la presión que los independentistas catalanes están haciendo a Pedro Sánchez y, pienso, que tiene toda la razón. Es inaceptable. Una vergüenza. Atiendo a los socialistas cuando recuerdan que la política del PP es una fábrica de hacer independentistas quienes, además, cuentan ahora con menos apoyo electoral que en la legislatura de Mariano Rajoy y, pienso, cuánta razón llevan.
Al ser
un hombre sin criterio claro, tiendo a buscar luz en la opinión publicada. Comparo editoriales. Lo peor que se puede hacer. Para
El País, el silencio de Pedro Sánchez solo podía interpretarse como una manera de preservar sus argumentos. Para
ABC, el presidente del Gobierno en funciones rehuyó el debate y convirtió la sesión en un espectáculo grotesco a mayor gloria de sí mismo. Ya ven. Como leo varios periódicos para (en teoría) alimentarme de distintas opiniones,
el lío ya es morrocotudo y, claro, eso se nota cuando traslado mis opiniones en negro sobre blanco.
Probablemente, un hombre sin criterio claro, que encuentra tonos grises en las posiciones de los distintos grupos políticos y de las administraciones, deja de ser un
periodista de trinchera, de esos que estás en mi bando o estás contra mí. Me encuentro a mil jodidas millas de esos columnistas a los que no encuentras grieta en su argumentario ya que es prácticamente un dogma de fe.
Eso sí, mis líneas rojas -que las tengo- están más determinadas por el ámbito territorial que por el ideológico. ¿Cómo le afectará la situación política venidera a Andalucía? sí es santo de mi devoción y preocupación. Ahí se acaban los tonos grises porque la
encrucijada territorial que se avecina merece nuestra atención, criterio y opinión.