Las subvenciones a las renovables se articulan con las primas, mediante las cuales los productores, como las empresas fotovoltaicas o las eólicas, cobran la electricidad a mayor precio del que costaría producirla con otras fuentes tradicionales de generación. Ese mecanismo trata de impulsar el despegue de la energía renovable, que, como cualquier sector en desarrollo, necesita subvenciones hasta alcanzar suficiente grado de madurez para ser competitivo.
Dependencia
Nadie discute que las renovables son fuentes energéticas que ayudan a disminuir la dependencia que tiene España del petróleo y del gas exterior. Además, a pesar de su coste en subvenciones, evitan la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera. El problema son las tensiones económicas que su boom ha provocado en la trastienda eléctrica. Aunque el Gobierno ha dado medidas para reducir el precio por kilovatio-hora que se paga a las renovables, el creciente número de instalaciones ha hecho que el volumen absoluto se haya disparado. Entre 2003 y 2007, la eólica se ha más que duplicado, hasta superar los 15.000 megavatios (MW). La fotovoltaica se ha multiplicado por 30, hasta casi 688 MW.
En el último mes, esta energía ha vivido una avalancha de inscripciones (hasta 3.000 MW) para poderse acoger a la antigua legislación, más benevolente en primas. Esto ha provocado las suspicacias de la Administración, que ha abierto una investigación.
Cualquier previsión inicial de primas ha quedado pulverizada. Inicialmente, la propia CNE calculaba un coste en 2008 de 2.356 millones. Industria hablaba de 2.700 millones. La energía verde está socialmente muy bien vista, pero pocos ciudadanos son conscientes de que esas instalaciones se subvencionan vía el recibo de la luz que reciben en sus casas.