—Últimamente se le van acumulando los premios y reconocimientos. ¿Eso que significa, el final de una etapa?
—Empieza uno a pensar que se está haciendo mayor. Cuando pusieron en Sanlúcar mi nombre a una plaza y una biblioteca, hace ya años, ahí si dije: un poco prematuro, ¿no? Pero lo agradezco mucho. Ahora van llegando cosas que me hacen pensar que si uno se ha pasado la vida haciendo algo, escribiendo, mejor o peor, defendiendo y reivindicando aquello en lo que cree, mejor o peor, eso llevará normalmente a que amigos o instituciones propongan este tipo de reconocimientos. Espero que los reconocimientos sean una consecuencia generosa de haber sido mínimamente coherente en la vida.
—¿Cómo valora el premio Nino Gennaro que le acaban de conceder en Italia?
—El hecho de que haya sido en Italia es para mí especialmente significativo. Italia es un país atrasadísimo en la cuestión de los derechos del colectivo LGTB. La política y la sociedad italianas están excesivamente influenciados por el Vaticano. Cuando en España el presidente Zapatero aprobó las leyes de igualdad, cada vez que yo iba a Italia los comentarios eran: qué envidia, aquí estamos sin dar un paso adelante. Que el festival de Sicilia haya decidido dar un premio en honor de alguien como Nino Gennaro, un personaje muy importante para ellos, y que hayan pensado en mí, es muy gratificante.
—¿Es complicado que una editorial publique libros de temática homosexual?
—Creo que si el libro es bueno, sea cual sea la temática, acabará entrando en el catálogo de una editorial no necesariamente especializada. Quizás haya aún editoriales que piensen que libros así tienen un mercado limitado, pero insisto, un buen libro se abre siempre camino. Para mí ha sido una suerte que una editorial como Tusquets apostara por mis libros y que nunca haya querido influir en qué escribo, que se haya volcado en la promoción de mis libros como en la de cualquier otro y, a fin de cuentas, que haya apostado por ellos porque son novelas para cualquier tipo de lectores. No son novelas para lectores gays. Yo diría que ni siquiera son novelas de temática homosexual. En un buen lector, el que los protagonistas de una novela sean gays no debería provocar ningún prejuicio ni a favor ni en contra.
—¿Ha habido lectores que han renunciado a leer su obra por tratarse de una temática gay?
—Hay muchos tipos de lectores. Las mujeres, en general, no se dejan influenciar por este tipo de cosas. Los hombres que, además, leen menos, se dejan influenciar bastante más. A mi me interesa cualquier tipo de lectura. Si sólo me interesara la “literatura gay”, si no les diera oportunidades a libros porque “no son gays”, sería un imbécil. Y lo contrario, en mi opinión, es igual de estúpido. Y es verdad que he tenido que resistir, porque yo quería escribir en libertad, y porque la primera vez que me censuraron una novela fue un palo. Pensé que si no podía escribir en libertad no merecía la pena hacerlo, y dejé de escribir durante un tiempo.
—En apenas 30 años ha pasado de la censura a la proyección internacional de su obra, ¿A qué se debe el cambio?
—Creo que ha ido en paralelo con la evolución de la sociedad, con sus mismos altibajos, avances y retrocesos. Al principio era una frontera que había que romper. Yo conté con el apoyo de premios, de jurados que no tuvieron problema en premiar y proponer la publicación de mis libros, pero es verdad que mis novelas, durante algún tiempo, tropezaban luego con dificultades, entre las cuales la crítica no ha sido la menor. Ha sido muy difícil que el mundo académico y los profesionales de la crítica hayan dejado de lado los prejuicios. Pero claro que hay presiones, a veces incluso dentro del propio colectivo LGTB, que pretende a veces “exigir” que se enfoquen los temas del modo que consideran correcto. Tampoco esto me ha importado. La lealtad a uno mismo es algo que hay que intentar mantener siempre.
—¿Cómo define su obra?
—Como se debe definir una obra literaria. Cuando uno escribe tiene la obligación, sobre todo, de hacerlo bien: parece una perogrullada, pero no hay que olvidarlo. Mi literatura no es una literatura de género, ni reivindicativa, ni siquiera comprometida… es literatura, así de simple. A mí me interesa que el que lea mis libros me entienda, lo valore de un modo u otro, porque eso depende de cada lector. Pero lo primero es que esté bien escrita, bien construida. No estoy dispuesto a renunciar a nada por cualquier tipo de presión editorial, crítica, familiar, social, comercial... Por supuesto, me hace muy feliz y sentirme orgulloso si mis novelas, además, ayudan a quienes tienen problemas graves por el hecho de ser homosexuales, y en ese sentido me han llegado testimonios conmovedores.
—¿Esas presiones obedecen al hecho de que quizás con este tipo de literatura se de una imagen que no es la real sobre el colectivo LGTB?
—A ver, es que el colectivo, como cualquier grupo, es heterogéneo. Y entre los gays y las lesbianas y los transexuales y los bisexuales hay de todo, como en botica. Hay gente maravillosa y admirable, y también gente inculta, envidiosa, chismosa, absurda, patética. Y gente normal y corriente, con sus defectos y sus virtudes, claro; la mayoría. Ahora bien, a la hora de defender los derechos del colectivo no hay que pararse en monsergas. El derecho a la igualdad, en todos los aspectos, es innegociable, y desde luego no se le puede exigir a un gay que sea absolutamente ejemplar, sobre todo en lo que determinadas mentalidades rancias e intransigentes consideran como “ejemplar”, para que se le “conceda” la igualdad de derechos. Ese peaje yo no estoy dispuesto a pagarlo. Ni tenemos que ser “ejemplares”, ni tenemos que ser “discretos”, ni tenemos que ser “muy sensibles”, ni tenemos que ser “intachables”… Los gays sólo tenemos que ser ciudadanos y ciudadanas con los mismos derechos civiles que todos y todas.
—Lo que sí ha llegado a decir es que para escribir sobre temática homosexual hay que serlo.
—Lo he dicho, sí. Debía de tener un día radical. Pero es verdad que me mosquea un poco la literatura de temática gay que está escrita por heterosexuales, hombres o mujeres. Creo que algunas son tramposas, incluso algunas que han tenido mucho éxito. Lo que quiero decir que es la buena literatura está escrita desde lo que uno es, sin falsificaciones. Luego, la etiqueta es lo de menos. Y se trata de admitir sin aspavientos que se debería hablar también de literatura masculina y de literatura heterosexual. ¿Por qué se le ponen pegas a cualquier otra forma de creación literaria que no responda a esos dos arquetipos dominantes, y a cualquier definición que se haga de ellas? Es muy irritante. Contra eso sí he tenido que pelear mucho.
—¿Tiene también este tipo de literatura un componente de autoayuda, a personas que aún no se han atrevido a asumir su condición sexual?
—Si. En general, el que en una biblioteca, en una librería haya una sección de literatura gay es muy importante. En algún momento yo he llegado a proponer que estas obras estuvieran por duplicado, mezcladas con otro tipo de obras literarias, y luego en un lugar concreto como punto de referencia. Lo que pretende llevar a cabo el delegado de Igualdad en la Biblioteca de Sanlúcar, que haya títulos reconocibles y accesibles sobre estos asuntos, me parece encomiable, imprescindible. Me parece importante que los lectores, sean gays o no – sobre todo, los educadores –, puedan identificar fácilmente esas obras, y que los gays no tengan problemas a la hora de encontrar referencias literarias o ensayos y obras de divulgación que les instruyan, les ayuden, les divierten, les emocionen.
—¿En qué causa milita más, en la del colectivo LGTB o en la de izquierdas?
—Yo tengo una actitud progresista, y procuro comprometerme con todo aquello que creo que merece la pena. Lo llevo haciendo desde hace muchos años. Desde la defensa de los derechos de las prostitutas hasta la defensa de los inmigrantes, que me parece uno de los asuntos peor enfocados por todas las sociedades desarrolladas. Y, desde luego, con el colectivo LGTB. Cuando me han pedido ayuda, les he apoyado en todo lo que he podido. El compromiso con aquello en lo que creo me parece mi obligación como gay, como escritor más o menos conocido, y como ciudadano.
—Pero en los últimos tiempos, sí que se puede apreciar cierto “centralismo” de respaldar a IU a identificarse más con el PSOE, lo hizo con Rubalcaba y con el Gobierno municipal...
—No es que yo me haya “centrado”, creo. “Centrarse” parece equivalente a ablandarse, y no: mi entusiasmo y mi compromiso siguen iguales. El que desde quienes se creen siempre “más a la izquierda” se bombardee o se rechace cualquier iniciativa, simplemente porque venga del PSOE, me parece un error mayúsculo. Y el que, en algunos casos, sean capaces de apoyar gobiernos del PP, no lo puedo entender. Sé que ha habido comentarios, algunos muy mezquinos, en esta santa ciudad a propósito de mi aproximación al PSOE. Toda mi vida, yo he estado apoyando las causas que he considerado justas, siendo en muchas ocasiones la cara visible del colectivo LGTB, y así me he recorriendo media España. Que aquí en Sanlúcar, un delegado como Vicente Ramírez, me propusiera eso, me pidiera ayuda, fue emocionante, ¿cómo le iba a decir que no? Me puse muy contento porque pensé aquí se está haciendo algo que no se había hecho nunca, y estoy dispuesto a prestarle toda mi colaboración. Si eso despierta todo tipo de comentarios y chismorreos, me parece de una ruindad absoluta. Algunos de esos comentarios al principio me enfadaron mucho, ahora ya me río, me parecen pintorescos e incluso que pueden dar pie a una novela divertida.
—Centrándonos en Sanlúcar, cuando vuelve, ¿cómo va valorando los cambios que se producen?
—Sanlúcar ha cambiado mucho y yo también. Hubo un momento en el que el desencuentro con Sanlúcar fue total, porque pensaba, y lo tengo que decir, que era una sociedad poco flexible desde el punto de vista cultural, vital, con diferencias sociales demasiado evidentes y herméticas. Luego empecé a venir más y la fui redescubriendo, porque que hay muchas cosas en Sanlúcar que de verdad merecen la pena, y no sólo las consabidas, cosas que hay que apoyar dejando de lado cualquier tipo de interferencia malintencionada. Yo no soy una persona rencorosa pero hay cosas que me parecen imperdonables: ser intolerante, estar demasiado anclado en idas y prejuicios clasistas, utilizar la difamación…
—Mae west y yo, ¿significa de alguna forma una reconciliación suya con Sanlúcar como ciudad de origen?
—Significa una reconciliación conmigo mismo, que ya es bastante. En todas mis novelas estoy yo. En Mae west y yo la primera persona es muy identificable conmigo. No es que sea una novela autobiográfica, ninguna lo es. Pero fue escrita en un momento muy delicado, y es verdad, que en esos momentos de quebranto uno se enfrenta a sí mismo, e intenta resolverlo de alguna manera.
—¿Para cuándo su próximo libro?
—Estoy escribiendo un libro de cuentos, que son muy especiales, y van poco a poco. Y luego estoy escribiendo una novela. Yo no tengo problema en decir los títulos, se llama Una vida para vivirla contigo, un título que suena a bolero y espero que sea emocionante y divertida. No sé cuándo saldrá a la venta porque los mecanismos editoriales tardan un poco, pero yo espero tenerla terminada después del verano
—Un adelanto...
—Puede que mi próxima novela alborote un poco en Sanlúcar. Pero no está escrita sólo para Sanlúcar, obviamente.
Sanlúcar
“Mi próxima novela puede que alborote un poco Sanlúcar”
Con la profesionalidad de quienes manejan a la perfección el arte de la retórica y el de la escritura, Mendicutti acude a la entrevista concertada con Información como a una charla entre amigos. En Sanlúcar, la ciudad donde nació, tiene un buen grupo de ellos, pero también voces críticas, a las que
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