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Sábado 20/04/2024  

Una feminista en la cocina

Cuándo se acaban las compras

En los tiempos aciagos en que la gente no usaba desodorante, era una de las santas pruebas el meterte en un autobús a hora punta.

Publicado: 13/12/2022 ·
09:05
· Actualizado: 13/12/2022 · 10:32
Autor

Ana Isabel Espinosa

Ana Isabel Espinosa es escritora y columnista. Premio Unicaja de Periodismo. Premio Barcarola de Relato, de Novela Baltasar Porcel.

Una feminista en la cocina

La autora se define a sí misma en su espacio:

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Compras navideñas para el día de Reyes. En Sevilla.

No sé si les pasa como a mí, que detestan las compras. Me gusta la tranquilidad, los Centros comerciales vacíos y nada de colas. Así que estos días de descuentos que no engañan a nadie, me espeluznan. En los tiempos aciagos en que la gente no usaba desodorante, era una de las santas pruebas el meterte en un autobús a hora punta. Ahora es hacerlo en un Centro comercial en día de compras compulsivas. Y no, ya prácticamente no hay malos olores, sino festival de colonias variopintas rivalizando a ver quién se lleva el olfato ajeno como premio. La masificación me asusta más que un pelotón de zombies.

La masa no es más que la exaltación de la manada con la finalidad de ver quién hinca los dientes al mejor bocado. Ya les digo que yo no. Esos que revuelven la ropa en los mercadillos, las que la sacan del Primark para dejarla tirada por cualquier parte, no pertenecen a mi mismo ecosistema. No digo que sea perfecta, pero tengo imperfecciones diferentes. No hay nada como comprar con tranquilidad sin que alguien te esté regalando un codazo de lado. O un pisotón a destiempo, que no sería la primera vez que en la pescadería de Antonio Vargas me regalan uno, una abuelita de aspecto compungido, pero pies de acero. Me duele mi cuerpo y mi débil mente. Me estoy contrayendo como esos planetas viejos que ya no ven la luz del sol, sino que se quieren convertir en la nada. Las compras no me aportan felicidad, como mucho la de ver a mi hija súper feliz, ante una enorme bolsa de papel llena de cosas inútiles y caras. Pero tiene dieciséis, así que la dejo. Tendrá tiempo para ser mayor y acostumbrarse a la gravedad del Planeta. A que los niños sí que aportan felicidad, sin necesitar más que los quieran y ese tazón de arroz que te da el equilibrio. Lo mismo deberíamos mirar a nuestro alrededor y vernos en otros ojos y otras caras. No en pisotones y codazos, ni en ropa de temporada puesta ahí para satisfacer egos incautos.

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