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Abengoa: control laboral a golpe de ratón

Los trabajadores de la compañía andaluza denuncian horarios excesivos y hasta la instalación de un software para vigilar su trabajo

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  • La sede principal de Abengoa -

La multinacional andaluza Abengoa, que vuelve hoy a cotizar en el parqué del Ibex 35, ha sido denunciada por sus propios trabajadores por prácticas abusivas, entre las que incluyen un software instalado en sus ordenadores para controlar su actividad, aunque la principal queja se centra en las horas extra “gratis” que aseguran les hacen trabajar y que quedan registradas en la “omnipresente” tarjeta que necesitan para entrar y salir del campus.

No es la primera vez que surgen denuncias sobre las prácticas cercanas al abuso de Abengoa sobre sus trabajadores, que han llegado hasta la Inspección de Trabajo, siempre a través de denuncias anónimas. Aquélla ha abierto varios expedientes informativos que no han terminado en sanciones.

Abengoa, a pesar nuestros intentos de contactar con ella en numerosas ocasiones, no ha ofrecido ninguna versión sobre estas denuncias. De hecho, según publicaba el periódico La Razón el 1 de junio  citando fuentes de la Inspección, la compañía se enfrenta a multas de más de 360.000 euros en 24 filiales de la provincia por imponer horas extra “gratis”, algo que desde la empresa negaban.

Desde el anonimato, varios de los tres mil trabajadores que prestan sus servicios en la sede central de Abengoa, en Palmas Altas, han confirmado a Viva que han podido constatar que la “vigilancia obsesiva” que la compañía ejerce sobre los trabajadores se ha materializado en la introducción de un software específico  (de la empresa Egon) que controla el movimiento del ratón de sus ordenadores y su actividad. “No nos han avisado, pero hemos podido comprobar que el software está instalado aunque no sabemos qué tipo de datos registra”, aseguran.

Éste es sólo el último detalle de la política de recursos humanos que soporta una plantilla que ya ha denunciado en varias ocasiones las prácticas abusivas respeto a la jornada laboral “bajo amenaza de despido”, siempre verbal y nunca de forma escrita, aunque en la práctica se traduce en el finiquito o no renovación de contratos de los que no cumplen las “recomendaciones” del departamento que dirige Álvaro Polo, al que responsabilizan de esta situación.

Ampliación de jornada

La prueba de estos excesos está en la propia jornada laboral: establecida entre las 8.30 de la mañana y las 17.30 de la tarde (con una hora para comer). Recursos Humanos “exige” que los trabajadores salgan a las seis de la tarde (“entonces no te llaman”, relatan), y a las ocho “un 25% de los días, de manera indefinida, sin existir carga de trabajo extraordinaria alguna, horas extra que  no se compensan de ninguna manera”, aseguran. Ese “mínimo” del 25% se torna un 35% en los cuadros intermedios, lo que consideran “inaplicable” en una semana de cinco días.

La ampliación de la jornada la aplica cada filial de Abengoa según sus propias características, pero al no existir carga de trabajo, explican, se han “rellenado” esas horas con cursos de formación en programas informáticos o en charlas de unos departamentos a otros.

Estas horas que la plantilla “regala” a la empresa no sólo proceden de los contratados, la mayoría por proyectos y obras, sino también de los becarios, a quienes, estén a media jornada o a jornada completa, “se les exige quedarse hasta las siete y media, bajo la amenaza de que no les van a contratar”.

Mención especial tienen las comidas. Con una hora establecida para ello, la empresa exige a la plantilla que coma en los restaurantes de Palmas Altas, cuya concesionaria es Serunión, y si no se hace, una llamada de Recursos Humanos se interesa por la razón por la que no se ha comido allí. Aunque no prohíben la salida del campus, hay que consumir en el comedor. “Los trabajadores no pueden traer su propia comida, ni tampoco, simplemente, no comer”, resumen.

El “Gran Hermano”

“Compensa comer porque está subvencionado; por comodidad probablemente comería allí... El problema es que es obligatorio”, explica uno de los trabajadores harto del “Gran Hermano” que supone este control riguroso, acrecentado aún más con la tarjeta de empresa con la que siempre tienen que picar. “Si la pierdes, es un drama, pero a las dos horas te la reponen”, apuntan resignados.

Es tal el grado de control que se ejerce sobre la plantilla que al moderno edificio de Palmas Altas lo llaman “Palmatraz”, en alusión a la prisión de Alcatraz, y son muchos los que reconocen que descansan en sus coches, en los aparcamientos, en un intento por alejarse del mal ambiente que se respira, muy lejos de la imagen de la antigua empresa familiar que, aseguran, nada tiene que ver con la de la actualidad.

Inabensa se enfrenta a un juicio por un caso de amianto

Un juzgado de Santander ha reconocido en una sentencia la enfermedad profesional, por la que cobrará el doble de su pensión por incapacidad absoluta, de un trabajador de la empresa Protisa, ahora Inabensa -la principal filial de Abengoa dedicada a instalaciones-, afectado por amianto, cuyo juicio por daños y perjuicios se celebrará en octubre, según el despacho Oria, Pajares & Asociados que lleva el caso.

Desde el despacho se asegura que este trabajador no es el único afectado y que la sentencia confirma que Protisa-Inabensa es “culpable” de que contrajera mesotelioma, la enfermedad desarrollada tras la exposición al amianto, un producto tóxico usado en los aislamientos de edificios.

Destaca el despacho que incluso la sentencia considera como probado que la empresa sólo aconsejaba a sus trabajadores “beber leche” frente a los peligros de proyectar amianto para el aislamiento.

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