Miremos hacia atrás y recordemos a vuela pluma lo que nos falta de riquezas urbanas y sobre todo arquitectónicas. Empezamos por lo más reciente y nos encontramos con las plazas del Duque y de la Magdalena. Solo en estas dos plazas se destruyeron en la década de los años sesenta del pasado siglo XX una serie de edificios únicos que hoy serían símbolos de una época, como el Hotel Madrid, la casa Robledo, la casa del marqués de Aracena, los palacios de Cavaleri, Sánchez-Dalp y Palomares. En la calle Sierpes el edificio modernista del Casino Militar. En la avenida, las tres casas regionalistas para construir la sede del Banco Urquijo. En resumen, podemos decir que entre 1950 y 1975 se destruyeron en Sevilla más de quinientos edificios símbolos de las Arquitecturas del Modernismo, el Regionalismo y el Racionalismo.
Si miramos más atrás, entre 1900 y 1950, hay una amplia nómina de derribos de casas solariegas en las calles San Vicente y otras de la zona Norte de la ciudad. Más atrás, en el siglo XIX, solo en el último tercio cayeron bajo la piqueta ochenta y un edificios religiosos, conventos, iglesias, capillas y colegios. Antes, entre 1810 y 1850, primero los franceses y luego los sevillanos, hicieron otra masacre de conventos y edificios civiles. Eso sí, siempre en nombre del progreso.
Pero nadie hizo nada por salvar los restos del acueducto de los Caños de Carmona, o valorar la Cruz del Campo, o algunas de las dieciséis puertas de la ciudad, y tantos edificios simbólicos de la ciudad de medieval, moderna e incluso contemporánea; es decir, la Ciudad del Renacimiento, del Barroco, del Siglo de las Luces, del XIX…
Si ahora mismo nos preguntáramos por el presente y el próximo futuro arquitectónico de la ciudad, no podríamos decir a qué estilos responde la arquitectura actual y muchos menos la del próximo futuro. Nos encontramos desde el final de la guerra civil con un estilo ecléctico indefinido donde caben todas las teorías y ninguna define la situación.
Un paseo por la ciudad extramuros, por la surgida después de la catástrofe del Tamarguillo (1962-1977), nos da una idea real de lo que hoy representa Sevilla en la arquitectura, donde existe una mezcla de estilos que nos recuerda a la Brasilia inicial y que aquí se reflejó en esos años claves de la gran metamorfosis ciudadana provocada por la ruina casi total del caserío, después de la riada, de las lluvias torrenciales y los dos terremotos (1964 y 1969), que dieron a Sevilla una nueva imagen muy distinta de la clásica.
Así estamos, como escribió el francés Teófilo Gautier mediado el XIX: “Sevilla tiene todo el rumor y movimiento de la vida. Le importa poco el “ayer”, y menos aún el “mañana”; se entrega al “día presente”...”