Ignacio Escuín, fotógrafo flamenco.
Es una forma de definirse él, como marcando las líneas para evitar alguna que otra tontería siempre evitable, pero en realidad es fotógrafo a secas, con todo lo que ello entraña.
Comenzó viendo a su hermano revelar en el cuarto de baño de su casa, el laboratorio más común de los laboratorios de aficionados y terminó imitándolo, preguntándole y formándose como fotógrafo y como artista.
Porque Escuín es artista, sobre todo. Es algo a lo que no llegan muchos sin dejar de ser buenos profesionales de la fotografía, rara avis que sorprende a propios y extraños con cosas sencillas que dicen más de lo que muchos saben leer. Porque como suele decirse, una foto tarde en verse lo que se tarda en leer una página de un periódico.
Pero sabe que las cosas son así, que es poca la gente que coge una fotografía en sus manos y se entretiene a buscar los detalles. Los más se limitan a ver los que se muestran, pero eso es mirar una fotografía. No ver una fotografía.
Es bueno saber flamenco para hacer fotografía sobre flamenco por razones obvias. Sabe prever lo que va a ocurrir y preparar la cámara. Y dice también que no es lo mismo fotografiar a una bailaora normal que a una gran bailaora, con escuela. El giro de la última será perfecto; la foto, también.
Tiene además una colección más que considerable de otro flamenco que no es el de los cantaores o tocaores o bailaores -también en femenino- que sube a los escenarios y se queda maravillado de la cantidad de gente “del flamenco” que hay en La Isla.
Y tiene retratada a otra Isla anónima que ya no lo es tanto porque la ha retratado Escuín, lo mismo que tiene buena parte de lo más bonito De San Fernando inmortalizado en imágenes que señalan desde el amanecer al anochecer, la luz y las sombras.
Un fotógrafo puede tener sus preferencias pero siempre es fotógrafo. Sobre todo cuando al salir a la calle se nota huérfano de cámara si no la lleva. Por eso capta lo caprichoso del momento de la misma forma que se pega una caminata a la Punta del Boquerón para fotografiar uno de los lugares más emblemáticos de la provincia de Cádiz.
Cuando ustedes vean por la calle a un señor bajito, de una edad respetable pero de buen ver sujeto a un imperial mostacho que va blanqueando su sonrisa cada vez más, recuerden que están ante un artista. Y a ver si tienen suerte y saca la cámara.