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Medio centenar de familias dependen de la pesca y la hostelería en la Casería

Hay un centenar de casetas y entre doce y catorce pescadores profesionales y el resto son personas que se buscan la vida en la mar o mariscando.

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Las casetas pasan de padres a hijos y son indispensables para su trabajo en la mar, donde están “de día y de noche y no sacamos para mantener a nuestra familia”.

Las 400 ó 500 nasas y las artes de pesca que utilizan son sus herramientas “y pagamos seguros sociales”, dicen a 7TV los afectados por los expedientes de Costas que pretende desalojar la Casería, no sólo los dos establecimientos hosteleros sino las propias casetas, algunas de las cuales son utilizadas como viviendas dada la precariedad de algunas familias.

También trabajan allí mariscadores que no son profesionales de la pesca, pero que se tienen que buscar la vida de alguna forma y tienen en las casetas un sitio donde cambiarse y dejar sus cosas.

En la Casería de Ossio -dice Antonio Reyes Gil, un pescador que lleva 40 años pescando- hay unas cien casetas, aunque los expedientes han llegado a los 59 y la mayoría son pescadores que se buscan la vida en el mar, salvo doce o catorce que son profesionales. 

La intención cuando se hizo el Club Náutico Casería de Ossio era acoger no sólo a los pescadores deportivos sino también a los que estaban en las casetas, porque de lo que se trataba era de salir de allí e instalarse en un lugar mejor.

Sin embargo -sigue diciendo Reyes Gil- en el Náutico del que fue uno de los fundadores fueron desligándose poco a poco y sólo dejan a los pescadores deportivos.

Hostelería

En lo que respecta a los dos establecimientos de hostelería, Miguel Muriel recuerda que están allí asentados desde hace casi 70 años aunque no les coge de sorpresa lo que está sucediendo porque ha estado asistiendo a las reuniones del Ayuntamiento con Costas y los afectados.

“No piensan que aquí hay cincuenta familias trabajando y lo quieren tirar sí o sí”.

Muriel destaca el atractivo que tiene la zona no sólo para los isleños sino para la gente de fuera y en los últimos años está creciendo el número de visitantes y creando “una clientela muy buena”.

Y es que es para imaginarse qué se siente si “de golpe y porrazo te dan ocho días para que presente alegaciones y unos tres meses para el derribo total”. Muriel cree que deberían alargar los plazos y buscar una solución viable para todas las partes.

Reinaldo y Macarena Muñoz son los que llevan ahora la Cantina de Titi, el fundador que luego pasó a manos de Bartolomé Muñoz, Bartolo. Sólo han recibido una notificación por una caseta que tienen pero no por el establecimiento.

El restaurante santo y seña de la Casería cuenta con una concesión de ocupación concedida en 2014 y prorrogable por cinco años hasta un total de 15, lo que independientemente de una primera prórroga, imposibilita la puesta en marcha de un proyecto solicitado a Costas para ampliar las instalaciones.

Visto lo visto y en el mejor de los casos, no les concederían esa ampliación no sólo del restaurante sino de la concesión, que pedían de 30 años, para que la inversión fuera rentable.

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