Ancianidad y bienestar

Publicado: 15/08/2022
Autor

José Chamorro López

José Chamorro López es un médico especialista en Medicina Interna radicado en San Fernando

Desde la Bahía

El blog Desde la Bahía trata todo tipo de temas de actualidad desde una óptica humanista

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La vida es hermosa, porque la belleza está en lo que se tiene, se ve y se palpa, en el presente diario
Se quiere ser anciano y no nos damos cuenta de que si llegamos a esas edades es porque hemos gastado la mayor parte de los años de nuestra existencia. No nos gusta enfrentarnos a nuestro verdadero pasado, recordar la exactitud. Somos más de "batallitas" adornadas con la parafernalia de la heroicidad doméstica. La ilusión hace héroes anónimos. La nostalgia ídolos sin extremidades, sin capacidad de dar un solo paso práctico. La imaginación ha deambulado demasiado por las alcobas de los castillos, que guardan historias de amor. La soberbia no nos deja ver nuestro ya decrépito andamiaje. Nuestra desmemoria de los hechos, entidades o personas que tienen nombre propio, producen un temblor no intencional en nuestra elocuencia. Nuestra marcha se enlentece, pierde su rectitud, para adoptar un ritmo quebradizo. Acumulamos patología. Coleccionamos fármacos. Ni se suma, ni se multiplica. Le hemos dado el presente al "restar" y todos los días vamos deduciendo de lo que la ciencia llama "vida media" los años que llevamos cumplidos. Se llega a abrir la prensa por la página de esquelas que nos informan de los óbitos ocurridos cada día. Rezos y liturgias pierden encanto y credibilidad, El escepticismo nos ha hecho librepensadores, ante tanto cuento y falsedad a que han sido sometidos nuestros oídos. Hemos reducido el número de amigos y aumentado el de "conocidos”.  Los adversarios ya no interesan. Nuestra economía está basada en la "pensión", algo que los gobiernos interpretan como una dádiva muy generosa, pero que sigue siendo un salario, que en su día se ganó con trabajo y esfuerzo. Hemos ocupado sin que se nos opusiera resistencia las plazas principales de los pueblos, para entablar nuestros diálogos y debates a veces inverosÍmiles. Los bancos de estas plazas que sostienen nuestros cuerpos, deberían escribir sus memorias. Serian antológicas. No nos gusta la denominación de "tercera edad". Si presumíamos de ser jóvenes, ahora podemos hacer lo mismo con la ancianidad.

La vida es hermosa, porque la belleza está en lo que se tiene, se ve y se palpa, en el presente diario. El futuro espiritual, muy amplio en teorías y muy falto de demostración, ya veremos con qué colores - si existe - nos lo pintan. De todas maneras, a altas edades, es difícil creer que el reloj se hizo sin intervención del relojero.

Tiene visos de certeza y evidencia el creer que las personas a una edad que podíamos situarla entre los veintitrés y veintiocho años, han alcanzado un grado de desarrollo con capacidad para indicar lo que van a dar de sí mismo a lo largo de su existencia. Las cualidades, el vigor y también la belleza están en el cenit de su evolución. A partir de aquí, la responsabilidad, el esfuerzo, el estudio y la experiencia, aumentarán aquellas condiciones naturales, retrasando su retroceso porque la firmeza, la prontitud y la viveza, pronto muestran su tendencia a languidecer. El cuerpo es el que primero se entrega a la vejez, pero estamos viendo en esta vida tan progresista y de tantos avances científicos y técnicos, que en un porcentaje muy amplio es el alma la primera que se deteriora y se nos debilita el cerebro, antes que el sistema muscular o las vísceras, no por alteración orgánica, sino por agotamiento psíquico que acaba en indiferencia por todo, ansiedad, depresión o hábitos tóxicos del comportamiento.    

El abuelo, normalmente muy entrado en años, aunque hay excepciones muy jóvenes, tiene que buscar la felicidad, que está y existe, para incorporarla al epílogo de su vida, la parte más importante y definitiva del libro de la existencia.  Dejando aparte la inestabilidad existente en seguridad - ciudadana y personal - y propiedad privada, con leyes que intentan su derribo, más que su reconstrucción, la propia naturaleza ya nos presenta en nuestro caminar por la vida, escollos y barreras que no son tan insalvables como a primera vista se cree. Precisamos un tiempo importante, dada la cortedad de nuestra existencia, en no ser dependientes y esto es invariable, pero tras ello, es preciso de una vez por todas agilizar la preparación de las personas para las tareas laborales que tendrá que ejercer. Hay que acortar los años de enseñanza de todo tipo, con normas educativas que nos lleven pronto a emplearnos, prescindiendo, de estudios inútiles, ante el enrabietado mundo practico actual. Reducir leyes y decretos, porque no son indicadores de buen gobierno o verdadero progreso y tener administradores de la riqueza, con uniformes faltos de bolsillos para evitar tentaciones cleptómanas, al p1ar, que con un alto concepto de economía y honradez que haga posible una jubilación que más bien que temprana, tenga una fuerte remuneración monetaria, porque la miseria cuando el organismo comienza a mostrar su fragilidad, hace que las cualidades más importantes de la ancianidad - la ternura, el afecto el desapego material, el sentimiento por las ausencias, la emergencia de cualidades creativas que el velo profesional tenía cubiertas, su alto concepto y entrega a la familia y la alegría de ver renacer su vida , en la propia de los nietos - queden ahogadas en la mezquindad. En edades avanzadas, la pobreza es el peor Alzheimer conocidos y debemos procurar no tener que tratarlo, sino prevenirlo de forma totalmente eficaz. La felicidad - bienestar -está en la vida y se puede conseguir conseguir. La muerte física seguimos sin comprenderla. La psíquica depende de que exista una Administración eficaz.        

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