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Sindéresis

La luz y el fuego

Anne Heche desarrolló un alter ego para evadirse de su dolor, un ser llamado Celestia que era una enviada de Dios; el Dios detrás del que se escondía su padre

Publicado: 13/08/2022 ·
20:27
· Actualizado: 13/08/2022 · 21:43
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Autor

Juan González Mesa

Juan González Mesa se define como escritor profesional, columnista aficionado, guionista mercenario

Sindéresis

Del propio autor:

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El viernes pasado murió Anne Celeste Heche, una semana después de estampar su coche contra una casa particular en Los Ángeles, California. Acababa de darse a la fuga después de tener un accidente menor en un garaje, e hicieron falta más de sesenta bomberos para apagar el incendio provocado por el coche, sacar a los habitantes de la casa y rescatarla de los restos del vehículo. Las primeras pruebas toxicológicas indican que había consumido cocaína y fentanilo, pero esta no es la historia de un accidente de tráfico provocado por el consumo de drogas, sino de un asesinato.

Anne Heche escribió un libro titulado Llámame loca, a raíz de su detención en Cantua Creek, en agosto de 2000. Al parecer, se coló en pantalón corto y sujetador en una casa cualquiera, le dijo a la dueña que necesitaba darse una ducha y luego le propuso ver la televisión, estando puesta de éxtasis. A raíz de ese suceso, la actriz confesó que llevaba toda la vida teniendo problemas de salud mental. Ella comenzó a trabajar de actriz para ayudar en la economía doméstica. Siendo una niña, era explotada laboralmente por sus padres en un teatro, era violada por su padre con el consentimiento de su madre, según narró, contrajo una enfermedad venérea por culpa de estas violaciones y, al menos, se libró de contraer SIDA. Su padre murió de SIDA. Era un hombre de Dios por el día y por la noche acudía a garitos pata tener sexo con cualquier persona. Que tu padre te viole es una bala con uranio empobrecido. Puede que te cures del balazo, pero la radiación te puede acabar matando a los veinte, a los treinta o a los cincuenta años.

Muy pocas personas se reponen de eso; casi ninguna acabará teniendo una vida normal. Anne Heche desarrolló un alter ego para evadirse de su dolor, un ser llamado Celestia que era una enviada de Dios; el Dios detrás del que se escondía su padre. Consumió drogas, no recuperó su salud mental y, si somos honestos, si queremos mirarnos al espejo como sociedad, tenemos que reconocer que quien la acabó matando fue su padre, porque es quien le jodió la vida desde un principio.

Nada de lo que hacemos a otra persona se pierde en el abismo del tiempo. Las personas sufren a nuestro alrededor, y en muchas ocasiones somos capaces de verlo porque no son personas que generen una imagen contradictoria. Sin embargo, asumimos con demasiada frecuencia que el éxito laboral y económico tienen, por sí mismos, la capacidad de ahuyentar la desgracia. Se nos hace difícil, a los que hemos padecido necesidad y no hemos sido atendidos dignamente por la sanidad pública, que alguien con tanta pasta pueda no recuperarse, pero, oh, amigo, es de uranio empobrecido de lo que estamos hablando. Y de luces. La luz que ilumina a una estrella de cine es la única fuente capaz de hacer invisible el incendio que padece. ¿Cuántas líneas de guion aprendió, cuántas entrevistas promocionales concedió, pero cuántos años de su vida aguantó esa mujer antes de decirle a alguien que su padre la violaba?

Tenemos que apagar el neón que nos anuncia como un ser fuerte y fiable. Tenemos que apagar el neón que dice a los demás que, con nosotros, todos los días serán domingo. Tenemos que apagar el neón heredado que cuenta que nuestra familia es perfecta, solo porque es nuestra. Tenemos que quedarnos a oscuras para que se vea a la gente que arde, y tenemos que estar allí para ayudar. Tenéis que hablar antes que sea tarde. Tenéis que denunciar, aunque haya sucedido hace treinta años. Tenéis que parar el coche y hacer sonar el claxon hasta que los cristales se rompan, aunque el mundo se pare, y llegue la ayuda. Y que caiga quien tenga que caer, pero nunca más la víctima.

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