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La expedición de Malaspina ?al corazón de las tinieblas?

Las corbetas españolas Descubierta y Atrevida partieron de Cádiz en 1789 a la búsqueda de lo desconocido, en una expedición científico-política capitaneada por Alejandro Malaspina que pretendía investigar ?la felicidad de la humanidad?.

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  • Retrato de Malaspina, uno de los grabados del libro. -
Las corbetas españolas Descubierta y Atrevida partieron de Cádiz en 1789 a la búsqueda de lo desconocido, en una expedición científico-política capitaneada por Alejandro Malaspina que pretendía investigar “la felicidad de la humanidad”.

Tras dar la vuelta al mundo, sus hallazgos e investigaciones quedaron sepultados por el miedo al contagio de la Revolución Francesa, y Malaspina fue enviado a las mazmorras del castillo coruñés de San Antón, pero el fruto de aquel viaje al “corazón de las tinieblas” del que hablaba Conrad sale de nuevo a la luz en un lujoso libro editado por Turner y el Ministerio de Defensa y que fue presentado ayer en la Feria del Libro.

El efímero sueño ilustrado español comenzó a gestarse a finales del XVIII en la mente de Malaspina, un marino italiano al servicio de la Armada de Carlos IV que se propuso fijar con esta expedición “los límites del imperio”.

Era un proyecto ambicioso y multidisciplinar característico de la Ilustración: dibujar nuevos mapas, descubrir nuevas rutas, documentar la riqueza natural de las Indias e investigar el “estado político de las Américas”, como relata el historiador Miguel Ángel Puig-Samper en Expedición Malaspina: Un viaje científico-político alrededor del mundo, 1789-1794.

“Se trataba de investigar de forma enciclopédica la naturaleza de los dominios imperiales, tanto desde el punto de vista histórico-natural, con estudios dirigidos a todas las ramas del saber, como histórico-político, para gobernar en esas posesiones ‘con equidad, utilidad y métodos sencillos y uniformes’”, señala Puig-Samper.

Malaspina se hizo acompañar de botánicos y naturalistas, compró libros y mapas en Londres y París, consultó a las grandes academias europeas y contrató incluso a pintores para que retrataran la fauna y la flora de los dominios hispanos, así como los puertos, las costas y los aborígenes de aquellas tierras.

El resultado fue una colección de extraordinarios dibujos de costas y puertos como Acapulco, Montevideo o El Callao, de animales desconocidos en la época, de plantas exóticas, de escenas costumbristas y delicados desnudos.

Son un millar de imágenes de una belleza inusual para un trabajo inicialmente científico que, 220 años después, podemos disfrutar gracias a que el material, que se mantuvo décadas inédito bajo la sombra absolutista, fue fotografiado en 1875 con la intención de regalarlo como álbum a la Princesa de Asturias, la Infanta Isabel. El álbum lo atesora hoy en día el Museo Naval.

Este libro que documenta la Expedición Malaspina cuenta con las colaboraciones de Javier Reverte, Fernando Vallespín, Miguel Ángel Puig-Samper y José María Moreno, y ha sido publicado también en inglés.

Los dos laboratorios flotantes comandados por Malaspina y José de Bustamante y Guerra surcaron los mares tras partir un 30 de julio de 1789 de Cádiz, rumbo a Montevideo. Después del Río de la Plata recalarían en la Patagonia, las Malvinas, el cabo de Hornos, Valparaíso, El Callao, Guayaquil, Acapulco y California.

En 1791 la expedición cruzó el Pacífico y llegó a las islas Marianas y Filipinas, para luego alcanzar las costas chinas y territorios como Nueva Holanda y Nueva Zelanda.

La expedición regresó luego a tierras americanas y emprendió viaje de vuelta a España el 21 de junio de 1794, cinco años después de su salida de Cádiz, adonde regresaron con aire triunfal el 18 de septiembre.

Pero los propósitos reformistas en las colonias de ultramar derivados de su periplo, como recuerda Puig-Samper, llevaron a Malaspina a enfrentarse con Godoy, en lo que se llamó la conspiración Malaspina, hasta el punto de ser encarcelado en noviembre del año de 1795 en el castillo de San Antón.

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