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“Las secuelas físicas por la violencia machista pasan, las psicológicas duran siempre”

Una víctima gaditana de violencia de género cuestiona las medidas impuestas por las administraciones para luchar contra esta lacra, tras un terrible verano

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  • La violencia hacia las mujeres sigue presente en el día a día -

El pasado mes de agosto finalizó como uno de los peores en cuanto a casos mortales de violencia de género, con seis, uno de ellos el de Encarni, la vecina de Chipiona asesinada por su marido el pasado 24 de agosto. En Cádiz, en lo que llevamos de año, son cuatro las mujeres que han perdido la vida a manos de sus parejas o exparejas, mientras que en Andalucía esta cifra se eleva a 15, cuatro más de las que murieron por estas causas en la comunidad autónoma en todo el año 2022. Los datos son alarmantes en un país que presume de sus modernas políticas de género con respecto a otras naciones de su entorno. Pero, ¿se podría hacer más?

“No hay medidas eficaces que sean válidas para todo lo que está sucediendo. A la vista está”, afirma Rosa Núñez, víctima de violencia de género, a INFORMACIÓN. Nos atiende al teléfono. Años atrás, nos dice, habría sido incapaz. “Ahora estoy bastante empoderada, pero antes no tenía ni fuerzas ni podía revivir lo que sufrí”.

Se hace difícil escuchar su testimonio. Hace trece años, esta gaditana vivía en Tenerife, junto a su pareja y sus dos hijos. Su marido, recuerda, era una persona “respetuosa, hasta el punto de que cuando salía en la tele una noticia relacionada con la violencia machista, se le hería su sensibilidad”. Pero al fallecer su padre –el suegro de Rosa– cambió por completo. “Empezó a beber, a meterse conmigo, a insultarme, a escupirme, a darme bofetadas…”. Rosa no le llegó a denunciar “por mis hijos y por la vergüenza”. Ahora dice que se arrepiente, pero también explica su difícil situación de entonces, ya que “en esos momentos no trabajaba y no sabía donde irme, porque tampoco había casas de acogida, como ahora. Además yo estaba en Tenerife y mi madre en Cádiz cuidando de mi abuela”.

Rosa siguió aguantando y soportando vejaciones. Incluso llegó a quedarse embarazada de su tercer hijo. Una noche, su expareja llegó de borrachera a casa pasadas las cuatro de la madrugada, ebrio. “No podía ni abrir la puerta de cómo iba. Creía que yo había cerrado y dejado puesta la llave. Al abrirle empezó a llamarme hija de puta, diciendo que lo había querido dejar en la calle”. Entonces comenzó a agredirla hasta que Rosa acabó en el suelo. No contento con ello, siguió dándole patadas hasta que la dejó inconsciente. Acabó ingresada 22 días en un centro hospitalario con graves secuelas, además de perder a su hijo a consecuencia de los fuertes golpes que recibió en el vientre.

Actualmente, Rosa vive en Cádiz. Tras denunciar a su expareja, éste se dio a la fuga. Todavía, después de 13 años de su brutal paliza, sigue en busca y captura. “Me causa ansiedad, porque no sé por dónde puede salirme”. De ahí que la gaditana, como otras muchas mujeres víctimas de violencia de género, consideran que las medidas actuales no son eficaces. “Los denunciamos y acaban en el calabozo. Pero luego llega un juicio rápido y como no tengan antecedentes, acaban en la calle con una orden de alejamiento que pueden o no saltársela”.

Núñez es actualmente presidenta de Las Desamparadas, una asociación que vio la luz tras volver a su tierra con el objetivo de ayudar a todas aquellas que, como ella, se pudieran haber sentido solas en un momento determinado de su vida. Actualmente este colectivo lo forman 87 mujeres que han sufrido casos de violencia de género, la más joven de 17 años, la más veterana, de 87. “Esta última lleva muchos años sufriendo de todo, hasta que decidió denunciar a su marido después de que le diera con el bastón en un ojo”, explica Rosa. Junto a estas mujeres hay además 107 niños, hijos de las víctimas, que son también los otros grandes perjudicados de la violencia machista.

El principal fin de Las Desamparadas es el acompañamiento de las mujeres allá donde lo necesiten, desde la comisaría o el juzgado para interponer una denuncia hasta a un centro médico. También realizan todo tipo de talleres y ayuda terapéutica para los niños, realizan campañas de recogidas de alimentos, ropa o juguetes para aquellas que pasan por problemas económicos y también disponen de un equipo de psicólogos, abogados y trabajadores sociales que colaboran con la asociación de manera voluntaria.

Finalizamos la conversación con Rosa preguntándole si ha podido superar lo que vivió. “Las secuelas físicas pasan, se borran. Las psicológicas son muy difíciles que se borren. Siempre van a estar ahí por mucho que las intentes alejar de tu corazón y de tu mente. Te acompañan hasta el último día de tu vida”.

 

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