Así describió ayer el Defensor del Pueblo las consecuencias de ser internado en estas salas, a veces por tiempo indeterminado, de las que disponen el 68% de los 27 centros de este tipo analizados en un informe presentado en la Comisión Mixta Congreso-Senado.
Su objetivo es “garantizar la seguridad de los menores en momentos de descontrol”, con el nombre eufemístico de “salas de reflexión” o “salas de baja estimulación”, explicó Múgica.
Sin embargo, “un instante de permanencia en el interior de esas celdas permite aseverar que atentan no sólo contra la salud psíquica y la dignidad de los menores, sino también contra los más elementales sentimientos de humanidad que debieran inspirar todos los métodos de intervención terapéutica”, indicó.
Llegan a tener, en algún caso, portones de hierro y paredes forradas de caucho negro, carecen de ventilación y apenas alcanzan los tres metros de longitud.
“Esos cuchitriles, en los que so pretexto de garantizar la seguridad de los menores en momentos de descontrol se priva a los niños de todo estímulo sensorial hasta anular su resistencia, tendrían que ser sustituidos de inmediato –reclamó– por otros espacios, convenientemente acondicionados para evitar posibles lesiones”.
Las medidas que suscitan mayor rechazo por parte de los adolescentes son las de separación del grupo y aislamiento, el empleo abusivo de las contenciones, el uso excesivo de fármacos y determinadas prácticas denominadas impropiamente “educativo-creativas”, prosiguió.
Algunas de ellas han desembocado en lesiones de los menores.