La última "víctima" ha sido la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, quien pasó esta semana por el quirófano.
Acuciados por agendas sobrecargadas en ocasiones, políticos de todas las tendencias intentan aprovechar los días de asueto para desfogarse con su deporte favorito y se convierten en presa fácil para las lesiones que acechan a cualquier modalidad por segura que parezca.
La última "víctima" ha sido la portavoz del PP en el Congreso, Soraya Sáenz de Santamaría, quien pasó esta semana por el quirófano tras un accidente cuando esquiaba en Formigal (Huesca) que le provocó la fractura del tabique nasal.
El esquí se ha "cobrado" otras piezas de la clase política. Entre ellas, a quien su particular eslalon de los últimos meses le ha llevado a abandonar el que hasta ahora era su partido: Francisco Álvarez Cascos. En la misma estación oscense, se lesionó la rodilla en 1998.
Y el esquí, en este caso de fondo, estuvo entre las causas por las que el ex presidente del Gobierno José María Aznar se sometió a una intervención en su rodilla izquierda en el año 2000.
No toda la culpa fue del deporte blanco, porque el doctor que le operó advirtió de que podían haber influido otras disciplinas que practicaba, como el pádel y el levantamiento de peso. Hoy, once años después, Aznar parece seguir en forma.
Su sucesor al frente del Ejecutivo, José Luis Rodríguez Zapatero, cambió el pádel por una cancha de baloncesto, y al año de su victoria electoral, sus evoluciones en ese rectángulo del Palacio de la Moncloa le provocaron una lesión en el pulgar de la mano izquierda.
No se arredró y, meses después, mientras disfrutaba del verano en Lanzarote y aprovechaba el día de su 45 cumpleaños para no perder su acierto ante el aro, sufrió una rotura fibrilar en su pierna izquierda.
Zapatero sigue haciendo deporte y corre todas las mañanas allá donde se encuentre quizás con el objetivo de estar en forma ante una cita pendiente con Barack Obama: cuando se conocieron quedaron en correr o lanzar a canasta juntos.
Eso si no se le han quitado las ganas al presidente estadounidense tras recibir el pasado noviembre doce puntos de sutura en el labio por un golpe en un partido de baloncesto con un grupo de asesores y familiares. Zapatero seguro que le prometería juego limpio.
Tal vez se animara a participar la ministra Carme Chacón, quien hace años dejó de jugar más en serio a ese deporte por una lesión que no le impide seguir haciendo sus pinitos de forma esporádica.
Adolfo Suárez, asiduo tenista durante su etapa en la Moncloa, también tuvo algún percance tras abandonar ese palacio, aunque en un deporte mucho más sosegado: el golf. Una bola perdida le fracturó una costilla en 1996.
Más tranquilo aún parece un paseo por el campo, pero no opinarán lo mismo Jordi Pujol -en 1993, en una excursión, se rompió el peroné- y Alberto Ruiz Gallardón -un mal paso en medio de la naturaleza le provocó en 2008 la rotura de la membrana que recubre el hueso de la rodilla y llevó muletas durante veintiocho días-.
Las muletas han sido también compañeras temporales de políticos aficionados a emular a sus ídolos futbolísticos.
Ejemplos recientes son el presidente del PP vasco, Antonio Basagoiti, quien el pasado julio se rompió el peroné y un ligamento del tobillo derecho, y el líder del PP andaluz, Javier Arenas, quien un mes después protagonizó otro parte médico: rotura de fibras del gemelo y del sóleo.
El ciclismo también ha dado sus sustos: el coordinador de Organización del PP, Juan Carlos Vera, sufrió lesiones de carácter grave en 2006 al caerse de la bicicleta durante la edición de ese año de las Jornadas Ciclistas Parlamentarias.
Su compañero de partido Tomás Burgos, que chocó contra él, también tuvo que ser atendido de heridas de diversa consideración.
Esa carrera ya tenía antecedentes como los de 1992, cuando la ex ministra Isabel Tocino llevó el brazo en cabestrillo una temporada por una caída mientras preparaba la prueba, y el ex diputado Antonio Romero, de IU, se hizo una fisura en un codo al caer de la bicicleta.
Si lo que se practica es el boxeo, los resultados de algunos golpes son más que evidentes. Lo han comprobado los periodistas parlamentarios al ver en alguna ocasión con el rostro dañado al diputado del PNV Emilio Olabarría.
Las lesiones no respetan siglas y, una vez superadas, habitualmente no impiden que los políticos reincidan en sus aficiones deportivas tanto si necesitan de contrincante o no. En el primer caso, tal vez porque enfrente no tengan al presidente boliviano, Evo Morales.