El tiempo detenido

Llegados a este punto y ante la certeza de que el desarrollo de Jaén no es lo prioritario, es simplemente circunstancial, ligado únicamente al interés particular, ya sea político o privado, y a la incompetencia, porque no adaptar la normativa andaluza a la que obliga la Unión Europea en materia de Medio Ambiente y aprobar Planes Urbanísticos a sabiendas de que todos ellos podrían ser tumbados en los tribunales, como ha sido el caso de Marbella o de Jaén, es incompetencia; digo, llegados a este punto, deberíamos optar por darle al ‘pause’ y dejar todo como está. Nada de nuevas infraestructuras ni progreso. Dejemos la ciudad así. Solo mantengamos el patrimonio actual para que no se nos venga encima (tal vez no seamos capaces ni de ello) y dejemos pasar el tiempo. No quieran tacharme de pesimista, porque este plan a muy largo plazo puede convertirnos en uno de los mayores tesoros de la Humanidad, visitado cada año por cientos de miles de turistas de todo el mundo. Es por tanto el plan más optimista que creo que podamos tener en nuestra ciudad, visto lo visto. Es más, podríamos ampliarlo a la provincia, ¡qué narices! ¡Nada de discriminación por comarcas!   Dejemos pues todo como está. Mantengámoslo. Así, dentro de dos siglos y todos los que nos queden por venir, seremos como el legado vivo del pasado de nuestra civilización. Como un Belén de Navidad viviente, con nuestros autobuses Castillo, que serán una atracción ‘vintage’ de primer nivel, el tranvía parado con su recorrido repleto de coches clásicos, los comercios convertidos en auténticos anticuarios y un nivel de contaminación que recuerde el siglo XX. Los cineastas más prestigiosos querrán venir a rodar sus series de época en Jaén. Imagínense por ejemplo una revisión de ‘Urgencias’ rodada en el Complejo Hospitalario con los operarios cambiando ‘latiguillos’ y los enfermeros con chubasqueros;  o de ‘Turno de Oficio’ con los letrados corriendo de sede en sede por toda la ciudad, ¡qué bella estampa! El conjunto histórico habrá dejado de ser un problema y será como un gran parque temático que llevará al visitante dos siglos atrás, con sus solares abandonados y sus pintadas a modo de gran decorado de arte urbano al fin.   Tal vez perdamos población, la mitad, quizá, pero tendremos a la otra orgullosa, contando a su vecino y compañero de trabajo que su hijo tiene un ‘puestazo’ en Madrid o en Málaga. Discúlpenme si recurro hoy al sarcasmo en este artículo, cuando lo que realmente quiero es llorar, acurrucado en un rincón aislado, henchido de ira e impotencia por ver cómo la ciudad que amo se hunde en el pasado, en el olvido. Y si hay miserables que osen celebrarlo, tengan mi más profundo desprecio y espero que sus carreras profesionales corran el mismo sino que quienes propician a esta ciudad y sus vecinos miseria y olvido.