Rescataba días pasados Eduardo Velo un reportaje del 20 de julio de 1977 en el desaparecido, y entrañable, La Voz del Sur realizado con motivo del cambio de sede del rotativo que entonces pertenecía a Medios de Comunicación Social del Estado. Se pasaba de la añeja redacción en Bizcocheros, 2 a la novedosa en Plaza de Las Angustias, donde ahora se ubica un Centro de Día y las instalaciones de Canal Sur.
Dicho reportaje realizado por Manuel de la Peña, creo que entonces en prácticas de la carrera de Periodismo, con el arquitecto José Laguillo dejaba al descubierto las carencias que ya existían en el centro urbano e histórico de la ciudad y el desplome del patrimonio artístico al que se calificaba de "muletas y esparadrapo", definiendo la situación de entonces -¿les suena a algo?- del llamado casco antiguo como "despoblación y especulación" apostillando el inolvidable y recordado urbanista que había que evitar "el desplome de lo que le queda a Jerez de valor arquitectónico".En el mismo reportaje a doble página otro urbanista como Masaveu incidía en que "esperemos que el lamentable vía crucis arquitectónico que supone pasear por la ciudad no se agrave. El tema tiene la suficiente importancia como para pasar desapercibido", añadiendo que "la población espera la respuesta inmediata y efectiva sobre este problema, el defender algo que en realidad es suyo: su ciudad".
Hace de ello casi 44 años, media vida, y aquella voz de alarma que se daba en el entonces único medio escrito de la ciudad se quedó perdida en el limbo porque, a partir de entonces, Jerez comenzó a expandirse por el norte, el sur, el este y el oeste, mientras que el centro pasaba desgraciadamente a un segundo plano.
La despoblación que ya era evidente en aquellos finales de la década de los 70 se fue potenciando, para lo negativo, aún más; el derrumbe de viviendas continuó hacia adelante y la ciudad veía que su historia quedaba sepultada urbanísticamente en aras de un crecimiento obligado pero ilógico ya que se se hacía obviando la señas identidad de ese Jerez eterno que a veces hay que imaginar para no sufrir. Cuarenta y cuatro años de una voz de alarma que obviamente fue como clamar en el desierto. 44 años perdidos en aras de una recuperación que va a costar muchísimo más, porque lo que no se ataja a tiempo luego es más complejo de solventar.