Las orcas han rondado nuestras costas en busca del preciado atún rojo, desde tiempos pasados, como ha quedado plasmado en la cultura de nuestra tierra, o como en un relato de 2.000 años de antigüedad en el que se describe la presencia del carnero del mar frente a las costas de Gades, o en el hecho de que a uno de los cabos que delimita el Estrecho recibiera su nombre, Cabo Espartel, que es el nombre con el que se conoce a las orcas en el Estrecho, tanto por españoles, como por marroquíes.
Desde comienzos de primavera, las orcas persiguiendo la migración de los atunes hacia al Mediterráneo llegan hasta las costas de Barbate, donde realizan sus partidas de caza alrededor de las almadrabas, redes de pesca ancestrales, que los fenicios implantaron a lo largo de la costa sur de la península.
Ya con la entrada del verano cambian un poco su localización, y las orcas se trasladan hasta la mitad del Estrecho, a la conocida como la Baja de los Pescadores, donde esperan la salida de los cansados atunes en su vuelta al Atlántico.
Sorprendentemente, estas orcas han desarrollado una técnica especial para capturar a los atunes, ayudándose de los pescadores y de la pesca del atún con piedra, propiciando algún disgusto a los pescadores. Esta técnica va pasando de generación en generación, ya que se las van enseñando a sus crías.
Pero puede que todas estas realidades, tan arraigadas en nuestra cultura, tengan sus días contados, ya que la población de atún que cruza el Estrecho no está viviendo sus mejores momentos, debido a que se ven asediados por una sobreexplotación que les está llevando al límite de su capacidad.
No podemos achacar este problema a las pescas artesanales que se dan en nuestras costas, como es la almadraba con mas de dos milenios de antigüedad, que hacen demostrar que es una pesca sostenible, ni la pesca con palangre a la piedra capturando individuos maduros que ya han desovado en las aguas del Mediterráneo.
La sobreexplotación viene de la captura masiva de atunes desde cerqueros que utilizan las altas tecnologías para poder encontrar hasta el último banco de atunes, que en la mayoría de los casos no han podido ni siquiera realizar la puesta. Este tipo de pesca se desarrolla en el Mediterráneo, y está dejando en entredicho la supervivencia de estos túnidos.
Ésto se ve reflejado en los resultados de las investigaciones que Circe lleva realizando desde hace 10 años de estas orcas, principalmente gracias a la Fundación Loro Parque y el programa Volcam de Caja Mediterráneo, y es que aunque año tras año se han registrado nuevas crías, en los últimos tres años, ninguna de ellas ha sobrevivido a su primer año de vida. Haciendo que la población vaya envejeciendo sin obtener nuevos individuos.
En peligro de extinción
La comunidad científica ha manifestado su preocupación sobre esta población de orcas, y es que expertos internacionales pertenecientes a Accobams o la UICN consideran que esta especie debería estar considerada como en peligro de extinción.
Esta situación es, sin embargo, paradójica, al estar considerada la orca tanto en el Catálogo Nacional de Especies Amenazadas, como el Catálogo Andaluz de Especies Amenazadas como de interés especial, lo que le conlleva a no tener ninguna medida de conservación o recuperación, dejándola así a su suerte.
La conservación de esta especie conllevaría a su mismo tiempo la conservación de su presa el atún rojo, ya que actuaría como lo que se conoce con el término especie paraguas, llevando así de la mano la conservación de todas las especies y el medio que van ligados a ella.
Esta es la segunda paradoja, y es que a pesar de que la orca le roba el atún al pescador de Tarifa, es muy posible que protegiéndolo, la orca permita que los stocks se recuperen, convirtiéndose en un aliado para los pescadores del Estrecho.