La Alameda Cristina parecía ayer el decorado para una película ambientada en los años setenta, la recreación para un documental dedicado en este caso a ilustrar las carreras urbanas que se celebraron en la ciudad durante casi un cuarto de siglo y que fueron el germen del Circuito y, sin duda alguna, de la experiencia motera que vive la ciudad cada año ante cada Mundial. Sobre el adoquinado, una selección de motos clásicas de competición, las mismas que participaron en aquellas míticas ediciones, recuperando las ovaciones y los aplausos añorados por sus dueños y sus pilotos de entonces. Entre el público, muchos aficionados recién llegados desde el Circuito o desde su lugar de origen, pero, sobre todo, muchos jerezanos, muchos veteranos, muchos nostálgicos que acudieron al reencuentro de ese pasado que terminó alumbrando para Jerez una de sus nuevas referencias mundiales junto al vino, el flamenco y el caballo.
No muy lejos de allí: el rugido, la fiesta, el espectáculo, en los puntos de encuentro de siempre: la avenida Alvaro Domecq -a la altura del semáforo de Kapote, como referente de concentración masiva- y la avenida de Europa, no tanto este año en la Avenida Lola Flores; en realidad, puede que no tanto en el conjunto, o al menos en comparación con el año pasado. La culpa, el tiempo. El buen tiempo -tal vez demasiado-. Las gradas del Circuito eran ayer una parrilla, y si algo tiene esta provincia son unas playas imprescindibles, más aún en una tarde como la de ayer, por lo que tocó repartir, de la misma manera que en el centro de Jerez, con el atractivo del citado Memorial, también hubo mayor reparto en la clásica concentración de públicos y moteros.
La novedad, en cualquier caso, estaba en la Alameda Cristina, acotada como un improvisado circuito por el que desfilaron -y compitieron-, relucientes y ruidosas, motocicletas de coleccionista, viejas grandes glorias que pusieron ayer a prueba la memoria de muchos y los conocimientos de los verdaderos aficionados, no sólo de los que vienen a quemar rueda y embrague.
No sólo las motos. Allí también estaba el piloto que más veces ganó el Gran Premio de la Merced: Angel Nieto. El doce más uno del mundo, que antes de triunfar en los mundiales, se subió a lo alto del podio jerezano hasta en 17 ocasiones. Ayer lo recordaba exultante ante el público, con micrófono en mano, “el que más veces ganó esta carrera urbana es quien les habla, 17 veces”, reiteraba orgulloso.
Poco antes había llegado a Cristina a través de calle Porvera a bordo de un Ford clásico descapotable desde el que saludó a todos los asistentes con una vuelta de honor por el circuito urbano. Junto a él, otro campeón del mundo, Jorge Martínez Aspar -él lo fue en cuatro ocasiones-, con la peculiaridad de que Aspar fue el último piloto en vencer en un Gran Premio de la Merced y el primero en hacerlo en el Circuito de Jerez, convirtiéndose en piloto puente entre ese pasado ayer reivindicando y lo que es hoy en día el Circuito y la celebración de la prueba del Campeonato del Mundo.
También estaba presente Jaime Alguersuari, que disputó en los setenta varios premios de la Merced a bordo de su Derbi -es el piloto que aparece retratado en el cartel promocional del evento de ayer-, y, por supuesto, José Manuel Pacheco Millán, hijo de Francisco Pacheco, impulsor de las carreras urbanas, e histórico representante del Moto Club Jerez. Pacheco se emocionó al recibir el homenaje de la organización, pero aprovechó también para dar las gracias y para reivindicar la labor realizada en el pasado, tanto la del Moto Club como, especialmente, la suya propia: “Creo que soy parte de la creación de lo que es hoy en día el Circuito. Primero como organizador de las carreras urbanas y después impulsando la construcción del actual Circuito, en cuyo diseño participé, pero por diversas circunstancias terminaron apartándome”. De todas formas, Pacheco se quedó con lo bueno, con lo conseguido de la mano de la afición por el motociclismo en Jerez, y celebró que la ciudad sea el año próximo Capital Mundial del Motociclismo: “Creo que hay un puntito ahí en el que he podido contribuir para que sea así”.
Entre tanto homenaje -también a antiguos pilotos que participaron en aquellas legendarias carreras-, el público se fue dispersando un poco, pero Ángel Nieto aprovechó la ocasión para rendir su propio homenaje a los aficionados presentes, a los que responsabilizó a su vez del éxito actual de tantos pilotos españoles en la competición mundialista. “Sin el público empujando desde las gradas no tendríamos a estos pilotos. Gracias por apoyar el motociclismo, que es lo que amamos, y por convertirnos en una potencia mundial”.
Además de las exhibiciones y la promoción del libro El Premio de la Merced, carreras urbanas en Jerez, de Jaime Barrigá, que firmó ejemplares para el público, la cita contó con la presencia del piloto jerezano Raúl García, que realizó varias vueltas al circuito urbano con su propia moto.
Para entonces, la tarde comenzaba a caer y la fiesta se trasladaba a las terrazas, algunas de ellas con música en directo, y a las barras a pie de calle de los negocios de referencia. Había que empezar a exprimir las horas que quedaban hasta el inicio de la cita mundialista, o hasta el regreso a casa. Las motos seguirán rugiendo hasta entonces. Es inevitable, y hay hasta quien da gracias por ello.