La confrontación de Mariano Rajoy con Esperanza Aguirre es poliédrica. Y ahora afloran los nichos de poder autónomo y sin control que estaba utilizando la presidenta de la Comunidad de Madrid. Como tantas veces ocurre cuando se concentra tanto poder se pierden las cautelas. Ahora empiezan a aflorar las infecciones de un poder utilizado con abusos notables. Algunos eran bien visibles pero no siempre demostrables: una utilización de la televisión pública con un descaro inigualable; la peculiar forma de llegar al poder con el apoyo de tránsfugas enclavados en los más negros sectores de la construcción; una trama de intereses económicos y contratas envuelto en la utilización de espías y dossier en unos niveles que empiezan a ser espeluznantes.
El líder del PP, Mariano Rajoy, si quiere seguir siéndolo, tiene que utilizar el bisturí con firmeza extrayendo los cuerpos enfermos para tratar de que el paciente, el PP, con un proceso adecuado de rehabilitación pueda hacer vida normal y llegar a ganar unas elecciones generales, cuando su disposición de ánimo, su estado físico y sus propuestas puedan generar confianza en los ciudadanos.