Es curioso el concepto que tenemos de pueblos ricos y pueblos pobres. A cualquiera que sorprendáis en la calle, en la taberna, sentado plácidamente en un velador, en la oficina, en el trabajo (¿veis que hago la distinción entre estar en la oficina y estar en el trabajo?) y le preguntéis qué entiende por pueblo rico y pueblo pobre, os contestará (en más del 95 % de los casos) que un pueblo rico es el de los Estados Unidos y uno pobre es el de España.
He estado pensando muy detenidamente en esta distinción y me he quedado perplejo: así, los españoles sufrimos y soportamos saqueos, asaltos, mordidas, terremotos, sequías, corrupción desmesurada, saqueo fiscal, inundaciones, impuesto revolucionario y tantas otras cargas sin pestañear y gastamos fondos indecibles para evitarlos sin conseguir desterrarlos. Los americanos, que pueden tener algunos de estos lastres, fían de sus servicios públicos de seguridad para desterrarlos por completo o diluirlos hasta descafeinarlos. Nosotros pagamos seguridad privada para los bancos (que nos la repercuten, sin duda, en tarifas abusivas) y urbanizaciones que los americanos encomiendan a los mismos servicios públicos de seguridad.
Nos permitimos el lujo de sestear en bares, tabernas, veladores, saraos, comidas en restaurantes… Los Estados Unidos tienen muy limitadas estas diversiones y casi no las conocen más que cuando son pagadas por empresas.
Pagamos la gasolina un 300 o 400 % más cara que la pagan los americanos. La electricidad, el teléfono, los móviles, otras energías para el hogar, las pagamos un 80% más caras que las pagan los americanos, además de que las utilizan libremente mediante sistemas que llamaríamos hoy de tarifa plana (se suda en invierno y se congela en verano).
Un automóvil que aquí cueste 20.000.- euros sale allí por unos seis o siete mil.
Nuestro Gobierno se permite el lujo de regalar 150.000.- millones de euros a la banca, 50.000.- millones a las fábricas de automóviles, 9.000.- millones a los ayuntamientos… Regalo que hace, por supuesto, con nuestros impuestos.
Pagamos un IVA del 16 % mientras que en EEUU este impuesto es del 2 % más un 4% federal: es decir, del 6%. Los impuestos especiales sobre la gasolina, el gas, el alcohol, los cigarros y cigarrillos, la cerveza, el vino, los automóviles nuevos que a veces llega hasta el 320 %, a más del mencionado IVA al 16 % al que también están sujetos estos productos, nos cuestan cantidades enormes.
Pagamos impuestos sobre los bienes personales y de las empresas, sobre el uso del automóvil en función de su caballaje (en los EEUU se pagan 15 $ al año por el Sticker, independientemente del modelo); pagamos una intrincada red de impuestos municipales y autonómicos, impuestos sobre los trámites y pagos.
Y algunos impuestos como el de la renta de las personas físicas o del de beneficios de las empresas, además de su entidad confiscatoria, se pagan por adelantado y se pagan sin tener en cuenta la renta sobre la que recaen (en EEUU no se pagan impuestos de renta si el sueldo es inferior a los 3.000.- $ mensuales: 36.000.- $ año por persona).
Llevamos a nuestros hijos a colegios privados porque los públicos no aseguran una calidad de enseñanza imprescindible para organizar una visa pasable (en EEUU no existe más que la enseñanza pública y el Estado presta los libros a los alumnos).
Hemos estado pagando intereses por los préstamos hasta a un 18 % anual y ahora, después de una rebaja histórica de los tipos de interés, si los bancos conceden préstamos (que los niegan sorprendentemente), no lo hacen a menos del 8 ó 10%.
No podemos esperar más que un incremento de los impuestos ante la crisis y consiguiente ruina de los bancos (sólo pasan dificultades los que se preparan para ser absorbidos a bajo precio por los grandes bancos) y cuando reciben el botín que el Gobierno les regala con nuestro dinero, pagan dividendos y planean aguinaldos feroces.
El Gobierno nos cose con sanciones abusivas (que son recaudatorias y no disuasorias) para las que cambian leyes mediante decretos conculcando preceptos jurídicos; y se ciscan en el principio de no retroactividad de las leyes…
¿Quién es el rico? ¿Quién el pobre? ¿A que es difícil de determinar? Cuando los españoles seguimos viviendo y además nadamos en un consumismo suicida, me pregunto sin no somos un país realmente rico…
¡Claro, que más rico es el Gobierno y más rica es la banca, principales beneficiarios de este baile monetario en que nadan y nos ahogan!
También es cierto que, de seguir por este camino, tardarán poco, muy poco, en llevarnos a una ruina irreversible. Y que nos quedan años de estrecheces muy duras e incluso de hambre, al paso que van las cosas.