No es chovinismo. Pocas ciudades del mundo pueden presumir de su capacidad de apertura y de reconocimiento del otro como es el caso de Cádiz. Todos los libertadores de América y Filipinas tienen estatuas, bustos o placas conmemorativas -con diferentes dimensiones y en lugares bien visibles- en la ciudad de Cádiz. Son los que con sus discursos, con sus prisiones en España, con su educación, con sus tropas o con sus actuaciones impulsaron o vencieron a España en la pérdida de su varias veces centenario imperio colonial.
El 1 de marzo de 1771 arribó a Cádiz el Precursor de los Libertadores de Hispanoamérica, Francisco de Miranda. Tiene frente a la magnífica Casa de las Cuatro Torres una estatua con el recuerdo de haber muerto preso en el arsenal de la Carraca. Cien años más tarde -el 1 de febrero de 1871- atracó en Cádiz el vapor que transportaba a José Martí, el más grande patriota cubano y más simpatía goza en Cádiz. Su busto fue siempre respetado pero su placa original fue modificada. Es la única afrenta hecha en Cádiz a uno de los libertadores. Tiene también su recuerdo Bernardo O´Higgins, padre de la libertad de Chile, protegido por el Conde de Maule, con una gran lápida en su residencia en Cádiz frente a la casa natal de Emilio Castelar, presidente la Primera República Española. Simón Bolivar y José de San Martín tienen majestuosas estatuas ecuestres, las más vistosas de la ciudad de Cadiz. Son casos singulares de libertadores a caballo en España aunque en sus amadas tierras liberadas tuvieron una suerte final muy desigual e injusta. Del mismo tenor que el de Miranda es el simbolismo del busto a José Rizal. El patriota filipino, fusilado por los españoles en Manila, se despidió escribiendo con exactitud conmovedora que “Voy donde no hay esclavos, verdugos ni opresores”. Justicia post morten, para este héroe.
Ese espíritu lo revivieron en Cádiz García Marquez y Álvaro Mutis, Sánchez Vázquez, Eusebio Leal o Carlos Fuentes Ni imperofobia, ni imperofilia, es liberalismo. Aprendan de Cádiz liberalismo -con la intensidad emocional de su entonación gaditana, que titulaba Juan Marichal- los que practican la intolerancia, los que queman y destruyen, los que excluyen y los intransigentes que no distinguen discrepancia con insultos y bombas incendiarias. Ese liberalismo no es economicista ni nacionalista sino de democracia abierta y generosa.