Mientras que íñigo Errejón pedía al presidente del gobierno en una pregunta oral en el Congreso mayor atención a las enfermedades y disfunciones mentales, que han aumentado tan considerablemente por el Covid-19, como han acreditado sobradamente médicos, farmacéuticos y responsables de centros de salud, además de estudios académicos, un energúmeno investido de diputado por una parte de los ciudadanos de la provincia de Huelva gritó “Vete al médico”. Hasta ahí la pequeña y miserable historia parlamentaria de ayer, que esconde un trasfondo de insensibilidad, grosería y ausencia de respeto a los enfermos que se rechaza por sí mismo, sin mayores comentarios. El diputado -su excelentísima señoría- se llama Carmelo Romero y ha sido diputado de la X, XI, XII, y XIV legislaturas, licenciado en Derecho, funcionario de la Junta de Andalucía y alcalde de Palos de la Frontera. Ha pedido disculpas después por su casi imprecación. Pero allí seguirá con su bagaje mental enfermizo y fuera de tiempo. Y no es el peor. Lo malo abunda también en el Congreso de los Diputados. Afortunadamente son una minoría, pero sus directivos de grupo perdonan ese hooliganismo político.
Cuando se hablaba del recorte de las ayudas al desempleo la diputada Andrea Fabra, hija del que aquel al que continuamente la tocaba la lotería siendo presidente de la diputación de Castellón -diez veces en doce años- Carlos Fabra, también gritó otra frase profundamente educativa y solidaria: “¡Que se jodan!”, dirigida a los parados.
A otro diputado, coordinador nacional de Izquierda Unida, Gaspar Llamazares, un político dignísimo, le exclamó el diputado Francisco Murcia un sonoro “Maricón” cuando defendía una ley igualitaria para los gays; el diputado era Francisco Murcia, del PP por Alicante. Otro iluminado. Fue diputado durante cinco legislaturas.
El episodio cumbre lo protagonizó, sin embargo, José Antonio Labordeta, cantautor y poeta aragonés y famoso, entre otras cosas, por su programa televisivo “Un país en la mochila”. Por ello cuando intervenía contra el apoyo español a la guerra de Irak, le gritaban los populares “¡Vete con la mochila a Teruel!” y “¡Qué me dices cantautor de las narices!”. Los populares, le interrumpían continuamente con ese tipo de frases y numerosos murmullos. Él les espetó que estaban acostumbrados a hablar sólo ellos siempre y no dejar a los demás y salió de su boca el memorable: “¡A la mierda, coño!”