Cuando un grupo de 83 multimillonarios de los países más desarrollados pidieron que les subieran los impuestos porque “la humanidad es más importante que nuestro dinero”, llamó significativamente la atención que no hubiera ningún español entre los firmantes. El llamado “Oráculo de Omaha”, Warren Buffett, por su capacidad predictiva en los negocios, uno de los hombres más ricos del mundo, es el más destacado de los promotores de esta iniciativa. Dio un golpe publicitario insólito cuando anunció que su secretaria pagaba el doble de porcentaje de IRPF que él mismo. 36% por el 17,4% eran las cifras del escándalo.
Desde la opinión del hombre de la calle, el madrileño Juan Carlos Fraile escribió una carta al director de El País que daba en el centro de la principal discusión de la España de hoy: “No hay día que no salga un gremio a la palestra pidiendo ayuda: hoteles, restaurantes, líneas aéreas, transporte, comercio... Todos exigiendo que “papá Estado” se ocupe de su supervivencia y que asuma los gastos. Vale, ahora pregunto: ¿cómo puede existir un solo político que en esta situación pida que se rebajen los impuestos? Quiero que me explique cómo se puede dar liquidez financiera a todos los sectores afectados sin recaudar por otro lado. Sabemos que esta crisis la vamos a pagar entre todos, por generaciones, y que el Estado es un distribuidor formal de impuestos, vía Presupuestos Generales. Será una vez más el Estado el que tenga que encontrar y aportar las soluciones. Por eso, si un político sube a la palestra y habla de bajar impuestos, no le crea. Está mintiendo”.
Se vive en el mundo una situación excepcional y contradictoria, por la situación de crisis profunda que ha propiciado la pandemia. Al tiempo que en el mercado de capitales hay un exceso de liquidez monetaria, las administraciones públicas han visto incrementadas sus deudas de forma nunca vista antes, en tiempos de paz. El gasto extra en sanidad, en los ertes, en ayudas directas a los sectores en crisis, en avales crediticios, el enorme desgaste económico que ha significado la brusca paralización del turismo y el trasporte aéreo y las empresas relacionadas, hacen que, con cara provinciana, digamos lo mismo que el escritor catalán Josep Pla cuando lo llevaron a ver los rascacielos y los anuncios multicolores, profusamente iluminados, de la Quinta Avenida: “Y todo esto… ¿quién lo paga?”