Expectación y muchas ganas de oír el pregón de Enrique Miranda, la Caseta de Helo-Libo se quedó pequeña. Muy pequeña. Casi una hora y media de espectáculo puro y sentimiento, ofrecieron la mejor versión del actor portuense que desplegó sobre las tablas del recinto, conectando de principio a fin con el público asistente.
Con el pregón de la Feria, ésta empezó a lucir como hacía años. Ingenio, Carnaval, flamenco, teatro, sevillanas y mucho Puerto. Mucho. Hubo tiempo para todo. Y todos. Portuenses ilustres que fueron perfilando y dando forma a una obra ingeniosa y dinámica como pocas. Un despliegue a la altura.
Caracterizaciones y recuerdos de El Puerto más castizo, más cañí y más portuense. Manolo Morillo, que ejerció de cicerone, abrió con su ágil lenguaje describiendo y detallando a un pregonero que no dejó a nadie indiferente y que terminó por flamenco como fin de fiesta.
La velada quiso estar a la altura de un Miranda que vuelve una vez más a ser profeta en su tierra con profesionalidad, clase y maestría.