Dicen que el fútbol es para listos, que gana el que menos se equivoca, que de él pueden hablar puritanos y neófitos, que es un campo abierto a todo y a todos. La droga perfecta para calmar ánimos y el caldo de cultivo perfecto para una sociedad alienada. También lo es para el que busca hallar una distracción y evadirse de una realidad oscura y decadente como la que nos ha tocado.
También. Pero el que ama el fútbol no debe encontrar acomodo para sufrir, padecer y lamentarse. Sí como desahogo, no como averno. El deporte rey debe ser algo más. Se pide algo más. El racinguista, el de toda la vida no el de temporá, no va exigir que salgan campeones. Ellos sólo quieren ver a su Racing jugar cada domingo, y si es ganando mejor que mejor.
Pero al racinguista, no se le puede engañar. No quiere camisetas andantes, no quiere ciertas actitudes. Desea, y espera, cambios. Busca sudor. Perder se puede perder, nunca se deben olvidar las formas.
