El icónico Toro Osborne celebra este lunes los 25 años de su indulto, cuando el Gobierno asumió la sentencia del Tribunal Supremo que establecía que la famosa silueta había superado "su inicial sentido publicitario" y se había convertido en "un elemento decorativo del paisaje".
El acuerdo del Consejo de MInistros del 20 de marzo de 1998 por que se indultaba a este hito de la publicidad española permite que 92 gigantes astados sigan en la actualidad a la vera de carreteras del país. A ellos se suman otros en México, Japón y Copenhague.
"Estamos muy orgullosos de que hace más de 25 años se iniciase un movimiento popular que pedía mantener el Toro de Osborne en las carreteras. La sentencia favorable del Tribunal Supremo en 1997 fue sin duda una gran noticia para nosotros, pero lo mejor fue experimentar las muestras de cariño que tanta gente demostró en ese momento decisivo. El Toro de Osborne se ha convertido hoy en día en sinónimo de nuestra cultura y forma de vivir", ha comentado a EFE Rocío Osborne, directora de Comunicación y Relaciones Públicas de la bodega.
Los problemas para la silueta del animal, "negro y grande como la noche", como escribió un poeta, comenzaron en 1988 cuando se aprobó la ley de carreteras, que daba un año de plazo para retirar la publicidad de las vías para evitar los riesgos de que distrajeran a los conductores.
Osborne mandó borrar del lomo de los 97 toros que tenía repartidos por el país las letras rojas con la marca de su brandy, pensando que así cumplía con la legislación.
Años de gestiones para salvarlo
Pero en septiembre de 1994 el BOE publicó el real decreto del Nuevo Reglamento General de Carreteras, que insistió en la prohibición de 1988 y que entendía que, pese al borrado de las letras, la silueta todavía era un elemento de publicidad.
La bodega presentó un recurso. E incluso en noviembre de 1994 el entonces ministro de Obras Públicas, Transporte y Medio Ambiente, José Borrell, anunció que promovería el cambio de la Ley de Carreteras para conservar las figuras, siguiendo la recomendación que había realizado la Comisión de Infraestructuras del Congreso.
El astado no respiró hasta que el Tribunal Supremo dictaminó en una sentencia: "la silueta del Toro ha superado su inicial sentido publicitario y se ha integrado en el paisaje como un elemento de ambientación ajeno al mensaje propagandístico de una marca".
"En estos momentos, para la generalidad de los ciudadanos que la contemplan, aún conociendo su primitivo significado, ha dejado de ser el emblema de una marca para convertirse en algo decorativo integrado en el paisaje", insistía el Supremo, estimando el recurso que la bodega había presentado contra la sanción de un millón de euros y una peseta que le fue impuesta por desplegar publicidad visible en la carretera y contra la prohibición de que los famosos toros estuvieran cerca de las vías.
En cumplimiento de esa sentencia, el Consejo de Gobierno aprobó el que quizá haya sido el indulto menos polémico de la historia, con lo que los célebres toros se quedaban definitivamente en el borde de las carreteras.
Desde 1957
Diseñadas por el publicista Manuel Prieto, la figura nació en 1957. Negro zaino, acaramelado de pitones, ensillado y de generosa papada, el Toro de la Carretera, como también se le conoció, tuvo su primera presentación en el kilómetro 55 de la N-I, en Cabanillas de la Sierra (Madrid), elaborado en madera y de cuatro metros de alzada.
A comienzos de aquella década y pese a su éxito, recibió su "primera cornada" cuando la normativa estatal de carreteras estableció que, para no distraer a los conductores, el morlaco debía alejarse de las vías. Entonces dieron pasas hacia atrás y crecieron en tamaño.
De los cinco metros y la madera, se pasó al metal, los catorce de altura y a los 4.000 kilos de peso soportados por cuatro torretas metálicas ancladas en zapatas de hormigón.
Para cuando en 1988 comenzaron los problemas legales amenazaban con darle la puntilla, el Toro ya habían sido en 1972 portada de "The New York Times Magazine" para ilustrar un reportaje sobre la España del tardofranquismo.
Catalogado en 2011 como bien de interés cultural por la Junta de Andalucía, el icónico Toro ha servido de inspiración a grandes artistas del siglo XX, entre otros de Salvador Dalí, Annie Lebovitz, Richard Avedon y Helmut Newton o Keith Haring, al punto de que la Fundación Osborne, en sus centenarias bodegas de El Puerto de Santa María, le ha dedicado la "Toro Gallery".
Porque más allá de las carreteras, el astado más famoso ha cobrado múltiples vidas. Se transformó en una escultura de cristal de 500 kilos con 2.000 piezas de Swarovski incrustadas; formó parte de la escenografía del musical "Viva Forever" inspirado en las canciones de las Spice Girls estrenado en Londres, en una actuación que reunió a las cinco componentes del grupo, y fue testigo de encuentros tan apasionados como el que tuvieron a su vera Penélope Cruz y Javier Bardem en la película "Jamón, jamón".