“Si una persona dice que llueve y otra dice que no, tu trabajo como periodista no es darle voz a ambas: es abrir la ventana y ver si está lloviendo.” No sé de quién es esta frase, la encontré en redes sociales hace mucho tiempo. Sin embargo, como ya sabemos, el periodismo español no está pasando sus mejores momentos en cuanto a lo que observar e informar se refiere. Las líneas editoriales se imponen ante la realidad, las corrientes de opinión priman sobre la objetividad y quien paga la tinta o el minuto de televisión (o el de radio, o el espacio web...) manda sobre el código deontológico. Al final, sin espacio a otras conspiranoias, entramos en la distopía orwelliana sin que haga falta un Ministerio de la Verdad. “Que la realidad no te estropee una buena historia”, que se suele decir.
Últimamente tenemos muy buenos ejemplos de esto que afirmo. Hemos visto cómo un vídeo manipulado donde Irene Montero se ofrecía a dar siempre su opinión, tras ser preguntada sobre la tragedia migratoria en Melilla, sin darla aparentemente, llenaba minutos en los programas de máxima audiencia de las mañanas televisivas. Sin embargo, sí que había dado su opinión y, gracias a la denuncia en redes de Julián Macías, algunos de esos programas tuvieron que recoger cable y rectificar. Hasta Espinosa de los Monteros (vivir para ver) pidió disculpas a la ministra de Igualdad. Lejos de cortarse un poco, disfrazaron de “excursión de fin de curso” un viaje oficial de la propia Montero y su equipo a Estados Unidos donde se reunieron con departamentos de la administración Biden relacionadas con su Ministerio. Se publicó el selfie en la Quinta Avenida obviando las reuniones de trabajo mantenidas. Querría pensar que todo el mundo tiene derecho a equivocarse, pero siempre ocurre contra las mismas personas, formaciones e ideas. Siempre se atranca la misma ventana.
Ahora, en estos días, nos encontramos con la filtración de unos audios que deberían sonrojar a cualquiera que profesara un mínimo amor por la profesión del informar. Los audios de Villarejo con Antonio García Ferreras o Ana Terradillos deberían haber supuesto una cascada de ceses, dimisiones, disculpas, algo. Sin embargo, como casi siempre en este país, no pasa nada. Ferreras, el llamado “hombre fuerte de Florentino”, sigue en su programa y en su cadena ofendiendo a la integridad con su “más periodismo” mientras ya sabemos que publicó bulos a sabiendas: “voy con ello, pero es muy burdo”. Terradillos sigue sustituyendo a Ana Rosa Quintana (otra que tal baila). Y
luego dirán que la izquierda señala periodistas cuando esos “periodistas” llevan señalando a la izquierda desde que se abrió la veda en la escena política allá por 2014. Lo más triste es que, sin ser periodista, estoy narrando hechos objetivos. Es triste que este juntaletras que les escribe dé, en su artículo de opinión, más información que quienes deben darles las noticias. Ellos, desde sus medios (supuestamente) de información, bruñen de opiniones los hechos que deberían contar. No sé si se les ha olvidado cómo se abre la ventana o si, directamente, no las tienen. Quizá, quien paga la tinta se las haya mandado tapiar.
