Mañana es uno de mayo y, al caer en domingo, coinciden dos fechas señaladas. Por una parte, es el Día del Trabajo, donde se rinde homenaje a los trabajadores y trabajadoras. Por otro, es el Día de la Madre. Si el 8 de marzo es el Día de la Mujer, partiendo del Día de la Mujer Trabajadora, este domingo será el día dedicado a la más trabajadora de las mujeres: la madre. Esa que “siempre tiene caldo en la nevera”, como dice la canción; esa a la que nunca se le acaba el amor por sus vástagos; esa que, voy a hilar con las reivindicaciones del Día del Trabajo, trabaja dentro y fuera de casa teniendo la conciliación como aspiración y encontrando zancadillas en ocasiones. Como ya saben ustedes, nos queda mucho para que el sistema garantice que el trabajo y la subsistencia dejen de obstaculizar el cuidado de las familias.
Es la madre y la mujer en quien recae la responsabilidad de los cuidados familiares. Se va avanzando en este aspecto, aunque a paso mixto entre el de hormiga y el de tortuga. Pasitos pequeños y lentos, donde los varones “colaboramos” en las tareas que a las mujeres se les asignan per se. Se va consiguiendo, aunque a pocos y despacio, que la “ayuda” se convierta en un reparto equitativo de tareas y responsabilidades. Sin embargo, aún hay quien tilda la integración masculina en las tareas domésticas y familiares como cosa de calzonazos y planchabragas; no hace tanto, cuando se preguntaba por la profesión de la mujer, para referirse a las amas de casa se utilizaba el rancio y machista “de profesión, sus labores”. Ay, mamá.
Es la madre y la mujer quien, aún, sufre la controvertida brecha salarial (y, por ende, de las pensiones) mientras todavía el ser madre o pretender serlo en el futuro puede ser un óbice para encontrar o mantener su trabajo. La que, incluso, puede verse teniendo que soportar por necesidad a jefes y compañeros babosos que la someten a acoso sexual y laboral. No todos, evidentemente, que ya veo a algunos hablar de “criminalizar al hombre” y sandeces parecidas. Pero la realidad nos dice que hay muchas mujeres aún teniendo que aguantar lo inaguantable por un sueldo con el que, a duras penas, dar techo y comida a sus hijos. O las que, cara al público, tienen que soportar a algún cliente impertinente y su prepotente menosprecio. Quedan por andar muchos pasos, exigir avances a gritos y quién sabe si sacar “un pecho fuera al puro estilo Delacroix”.
En definitiva, hoy venía a contarles que mañana este juntaletras estará en la Feria del Libro de Málaga y que he tenido que aplazar la celebración al lunes. Quería hacer un homenaje a las madres trabajadoras. Sin embargo, la realidad se impone y no puedo evitar mencionar esas zancadillas cotidianas que muchas madres encuentran en su día a día, en el mundo laboral (que también es mañana el Día del Trabajo) y a nivel social mientras no se avance en igualdad. Y es que, a todos los que somos hijos de madres trabajadoras (es decir, hijos de nuestras madres, todas) nos debe doler lo que han tenido que pasar a lo largo de su vida. Madre no hay más que una. Lo sabes bien, mamá, mamá, mamá.