Dentro de la justa y legítima cuota afroamericana en las nominaciones a los Oscars 2017 -explicitada como reacción contraria el año pasado en el hashtag #OscarsSoWhite- ha habido ausencias injustas en la categoría de Mejor Película como la de ‘Loving’, de Jeff Nichols y presencias incomprensibles como la de esta que nos ocupa.
Producción estadounidense de 139 minutos de duración. Guión de August Wilson, escrito antes de su muerte en 2005, sobre su propia obra teatral fechada en 1983 y ganadora de los Premios Pulitzer y Tony al Mejor Drama. Fotografiada por Charlotte Bruus Christensen y su banda sonora se debe a Marcelo Zarvos.
Dirige e interpreta, Denzel Washington quien hizo lo propio en Broadway en 2010, junto a Viola Davis, trabajo por el que ambos recibieron sendos Tonys y por el que la actriz ha ganado un Oscar en la absurda categoría, elegida por ella, de Actriz de Reparto. Según parece, así se aseguraba la estatuilla que, en el apartado de protagonista, llevaba el nombre de Emma Stone. Pero, vamos, su personaje es cualquier cosa menos secundario…
Esta historia de un basurero en el Pittsburg de los años 50 -que trata de sacar adelante a su familia afrontando una radical inferioridad de condiciones en función de su clase y, sobre todo, de su raza- es rodada por su realizador con una lealtad tal a la obra original, que la convierte en un aburrido, y sobrado de metraje, teatro filmado puro y duro.
Sobre todo, duro. Estático, discursivo, lineal y discurriendo apenas por dos escenarios, la cocina y el patio trasero, con algo de la calle del mísero barrio donde habitan los personajes de esta función. Padre, madre, hijos, compañero y amigo. Los diálogos son a dos o a tres y la narración fílmica se basa en ellos, son el eje del relato.
Con tal procedimiento narrativo, se dispersan las denuncias -algo que no ocurre en un escenario- a la intolerable situación de explotación y segregación en las que vivían, o malvivían, dich@s ciudadan@s. Porque tales temas, con un trasfondo político claro, se ven mezclados, en un indigesto totum revolutum, con los presuntamente privados, personales, recuerdos-batallas del pater familias y un largo etcétera.
Hablando del pater familias nada más insidioso que la visión tan acrítica y complaciente que se da de un hombre desleal, déspota y autoritario que ejerce su poder absoluto sobre su mujer e hijos. Esta mujer y estos hijos que, pese a replicarle y a enfrentarse tímidamente a él, lo exculpan de haber destrozado sus vidas en aras de su mandato patriarcal, en una conclusión mitificadora, épica y más bien bochornosa. El reparto está impecable, no solo los excelentes Washington y Davis ya citados.
Escrito queda. La pelota, en sus tejados.