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CinemaScope

‘Cafe Society’: Demasiadas cuerdas para un solo violín

Alrededor de él y sus entornos, legendarios, sofisticados y crueles, se tejen relatos familiares, profesionales, domésticos, conyugales, religiosos...

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Diríase, al ver esta su última propuesta, que el octogenario cineasta neoyorquino tiene una compulsión de primerizo por contar demasiadas cosas. Por pulsar demasiadas teclas. Hay varias películas posibles dentro de esta desconcertante ‘Café Society’. Y luego está la omnipresente voz en off -la del propio realizador, presumiblemente- otro elemento que, si no se integra narrativamente en su justa medida, sobra. Tal cosa sucede aquí en la mayor parte del metraje.

Quien esto firma, ha comenzado así esta crítica, de forma atípica, y quiere continuarla de esa manera por la libertad que le confiere el formato, aún sin renunciar a ciertos e insoslayables datos de su ficha técnica. Como que tiene 96 minutos de duración. Como que su insatisfactorio guión lo firma, marca de la casa, el propio Allen. Como que su preciosa fotografía está nada menos que a cargo del maestro Vittorio Storaro. Como que su banda sonora es otro acierto, también marca de la casa. En su reparto, tan coral como con claros protagonistas, entraremos luego.

Esta historia, en dos lugares tan míticos y paradigmáticos como Hollywood y Nueva York -ambientada en una época tan dorada como feroz, los años 30- posee muchas líneas narrativas. La central es un romance triangular. Alrededor de él y de sus  entornos citados, legendarios, sofisticados y crueles, se tejen relatos familiares, profesionales, domésticos, conyugales, religiosos, de bajos fondos, de ascensos y caídas… Demasiadas cuerdas para un solo violín.

Eso provoca que la narración y el ritmo se dispersen, se solapen, se atropellen y pierdan intensidad, carga crítica, fuerza y emoción. Porque nos saben a poco determinados personajes y quisiéramos conocer más sobre ellos-as. Como es el caso de la desternillante familia del protagonista. O como del de Blake Lively, tan desaprovechada. O el de la invisible esposa del productor. O… Por cierto, otra vez el desequilibrio cronológico en las relaciones hombre-mujer. Nada creíble ese enamoramiento y no digo más, por no incurrir en spoiler.

Pese a todo ello, ‘Café Society’ no está, para nada, desprovista de encanto, de cierto lirismo y de una sugerente nostalgia. De observaciones sobre faunas y ambientes más que reveladoras. De sutileza. De fina ironía. De inteligencia. De diálogos brillantes y sentido del humor. De un retrato de una pareja con química, a quienes componen muy bien Jesse Eisenberg y Kristen Stewart, que se encuentra demasiado pronto y demasiado tarde. De la ingenuidad y de la pérdida de inocencia. Del judaísmo, inevitablemente. De presencias tan estimables como las de Parker Posey. De un buen final.

¡¡¡Y, qué caramba!!! Un Woody Allen menor, sí. Pero con sus señas de identidad. De todas, todas, debe verse.

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