No hay cosa más aburrida y pomposa que un crítico de cine al que no le guste el cine. El cine como experiencia por sí misma, no como una mera manifestación artística en la que gozar exclusivamente con películas reservadas a espectadores sensibles hacia las últimas novedades de algún creador asiático o centro europeo. Carlos Boyero puede gustar más o menos, causar antipatía, rechazo, provocar enfado, animadversión, pero nadie podrá negarle que es un tipo al que le gusta el cine, que ama el cine, que no entiende la vida sin el cine, y encima se le da muy bien escribir sobre películas, artistas y directores; en algunos casos para reconocer su admiración absoluta, y en otras para concluir que el cine también puede ser una soberana pérdida de tiempo.
El canal TCM acaba de producir un documental, El crítico, dirigido por Juan Zavala y Javier Morales Pérez, que profundiza en su figura -virtudes y defectos-, a la par que se erige en un certero retrato generacional, desde el momento en el que refleja cierto ocaso vinculado al papel referencial que han desempeñado determinados críticos de cine de nuestro país durante las últimas cuatro décadas, ahora absorbidos y reducidos por la vorágine de las redes sociales, donde en 140 caracteres te resumen el argumento o el sentido de una película sin necesidad de discutirte un plano, ni mucho menos una emoción.
Interesante de principio a fin, el filme ahonda en la trayectoria vital y profesional de Boyero, al tiempo que aspira a esculpir un retrato más o menos fiel de sí mismo a partir de las impresiones personales de amigos, compañeros de trabajo, conocidos y gente del mundo del cine en general, entre ellos quienes también han sufrido sus críticas -desde su etapa en la Guía del ocio hasta la final en El País-, tan influyentes como para arruinar la carrera comercial de una película.
Y retrato al que contribuye asimismo el propio protagonista dando certeza y verosimilitud a los diferentes testimonios, junto a cierto e ineludible exhibicionismo interior que entronca con su propio estilo -que lo tiene y es la clave de su éxito-, por mucho que le afeen ser el máximo exponente de la “crítica del gusto”. Si es así, le ha servido para cumplir con la que hasta ahora, dice, ha sido su gran aspiración: entretener a sus lectores. Lo ha logrado, pero haciendo valer asimismo su pasión por el cine, por la experiencia del cine, atravesada de historias y frases memorables como las que cita en el documental.