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Sabina dice adiós en Madrid a los grandes escenarios

Joaquín Sabina logró el lleno total en el Palacio de los Deportes de Madrid, ante un público entregado que no estaba dispuesto a perderse la despedida del jienense de los grandes escenarios.

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  • El cantautor Joaquín Sabina durante el concierto de anoche en Madrid. -
Joaquín Sabina logró el lleno total en el Palacio de los Deportes de Madrid, ante un público entregado que no estaba dispuesto a perderse la despedida del jienense de los grandes escenarios.

Y prueba de ello es la rapidez con la que sus fans se lanzaron a comprar las entradas de este concierto de anoche en Madrid, que se agotaron el mismo día que salieron a la venta.

La noche madrileña se presentaba gélida en las proximidades del Palacio de los Deportes, donde horas antes del comienzo de la actuación numerosas personas hacían cola para asistir al único concierto de la gira Vinagre y rosas en la capital.

Con un cuarto de hora de retraso sobre la hora prevista, Joaquín Sabina, de riguroso negro, con levita y su ya clásico sombrero, hacía su aparición sobre el escenario ante un público que, ya antes de iniciar el concierto, estaba rendido a sus pies.

Sabina eligió bien el tema que dio comienzo al espectáculo con todo un homenaje en Madrid: Yo me bajo en Atocha, que sirvió al público para empezar a quitarse el frío de encima.

“Buenas noches –saludó–. No sabemos cómo deciros gracias por esperar, por abrigar, por calentar, con este frío siberiano que hace por aquí. Si creen ustedes que con los años se me pierde el miedo a Madrid, están ustedes equivocados...”, confesó ante los gritos que le recordaban que en Madrid “estás en casa”.

El concierto comenzó tranquilo, con temas lentos y un Joaquín Sabina que caminaba por el escenario, bailaba y se sentaba a ratos, mientras los vendedores ambulantes hacían el agosto vendiendo entre el público sombreros negros como el del artista.

Ya a la cuarta canción salió el Sabina poeta, que, guitarra en mano, presentó como sólo él sabe Medias negras en un sencillo escenario decorado con tuberías iluminadas y antenas sobre el fondo de una vista de Madrid desde las azoteas.

La primera gran ovación de la noche la consiguió Sabina con Por el boulevar de los sueños rotos. En este punto fue cuando consiguió poner en pie a un público heterogéneo en el que había desde adolescentes hasta sus incondicionales más maduritos; merengues y colchoneros.

Y después del descanso, Sabina entró por la puerta grande con Y sin embargo, con una magnífica introducción de Marita Barros que hizo las delicias del público.

Recordó Sabina a Benjamín Prado, que ha colaborado también en la composición de 10 de los 14 temas del nuevo disco Vinagre y Rosas.

Muchos aplausos logró arrancar también con Una canción para la Magdalena, en la que el escenario cambió momentáneamente con la aparición de una farola iluminada y acompañado de Marita, cigarro en mano, medias de rejilla y una sugerente liga roja que asomaba por debajo de una cortísima minifalda.

Con Peces de ciudad, logró emocionar al público, mientras que con Nos sobran los motivos consiguió ponerlo de nuevo en pie.

“Como las canciones nos estaban saliendo tristonas por culpa de Benjamín, llamé a dos chicos que son lo que yo quería ser de joven y no pude ser y que traen el aire turbio de la calle”, comentó para presentar a Rubén y Leiva, Pereza, que compartieron escenario con él para interpretar Tiramisú de limón y Embustera.

A ellas le siguieron clásicos como Calle melancolía, 19 días y 500 noches o Princesa.

A la hora y media de concierto Sabina hizo su primer amago de concluir el concierto, pero los fans supieron devolverle dos veces al escenario y alargar una hora la actuación con temas como Vinagre y Rosas, Y nos dieron las diez o Contigo.

El toque de rock de La del pirata cojo y Pastillas para no soñar cerró un concierto que metió el calor en el cuerpo a un público que probablemente sea el último que vea en Madrid a Joaquín Sabina sobre un gran escenario.

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