Efectivamente el santoral de la Iglesia Católica nos convoca y nos marca el comienzo del tiempo litúrgico de Cuaresma. Y con él, el punto de partida de los asuntos espirituales y religiosos, que en este tiempo, las hermandades y cofradías deben prepararse para vivirlo lo más intensamente posible.
Aunque bien es verdad que hoy ya no se sabe que fue primero el huevo o la gallina. Y digo esto porque el Miércoles pasado fue -Miércoles de Ceniza- Y así considerado otrora servía para espiar las supuestas culpas y los pecados después del Carnaval. Pero ahora el Carnaval y los tiempos suceden después del Miércoles de Cenizas. Y entonces….
Y visto así habría que hacer un paréntesis para separar no solamente lo lúdico y accesorio de lo eclesial y religioso, sino también la necesidad que existe de recuperar el verdadero sentido que la Cuaresma siempre ha tenido dentro del seno de nuestras corporaciones y que al parecer actualmente está algo olvidado o cuánto menos disminuido.
No obstante para cualquier hermandad que se precie, el punto de partida de su particular Cuaresma, comienza el día siguiente del final de la Semana Santa anterior. Considerándose así en todos sus más amplios y diversos aspectos, si bien con sus lógicas diferencias. Siendo la Cuaresma una de las más significativas, recordando los 40 días que Jesús pasó en el desierto antes de ser prendido, azotado y juzgado para sufrir su posterior pasión, muerte y resurrección, que realmente es el objetivo de lo que luego recreamos ante la contemplación pública en nuestros Pasos de Semana Santa.
Una hermandad no puede vivir de espalda a la llamada de la Cuaresma y a sus recomendaciones en el plano de la conversión, el ayuno, la abstinencia, la oración, la penitencia y la reflexión meditativa y renovadora. Porque estos son los signos inherentes de la misma. Y si no se practican, poco o nada ofreceremos los cofrades al espíritu ni al sustento basado en todo lo que creemos, contemplamos, asistimos, defendemos y salvaguardamos de los frutos redimidos por nuestro Señor Jesucristo como Salvador del mundo. El sabio refranero español, nos dice con su acreditado y atinado acierto, que lo cortés, no quita a lo valiente. Y en este sentido se toma como nuestro, porque se puede simultanear perfectamente dos cosas viviendo intensamente en cada una, las consecuencias de sus propias virtudes e identidades, incluso separando y priorizando a unas más que a otras por razones propias de afinidad y sentimientos.
Entre tanto y en mi modesta opinión no es bueno ni enfatizar o cargar las tintas parcialmente sobre un lado solamente y que éste sea principalmente el lado menos religioso aunque ciertamente vinculado estrechamente a él. Es fácil adivinar a lo que me refiero. Y es que ya estamos acostumbrados a contemplar últimamente cómo con la apertura de la Cuaresma e incluso antes, se produce una intensa carrerilla por ofrecer una explosión de múltiples actos relacionados con los cultos, triduos, funciones de Institutos, exaltaciones de todo tipo, minis pregones, carteles, conciertos de marchas, mesas redondas, etcétera. Y algunos de estos actos, coincidentes unos con otros en día y hora -sin entender creo- que esto provoca más un desacierto que un éxito tanto por parte de la propias hermandades y cofradías organizadoras como de las asociaciones para-cofrades que cada vez están incidiendo con más profusión en este tipo de actos haciéndolos también como suyos propios.
Todo esto no significa que éste procedimiento sea desafortunado -todo lo contario-. Pero sí que en atención de la comunidad, necesita de cierta sincronización o al menos de una regulación más acertada y aceptada por quienes les correspondan.
Y es que como todo en la vida, no se puede actuar precedidos de egocentrismos, sino con mesura y ponderación. Porque entonces dejaríamos de encontrarnos verdaderamente entre los primeros que -según nuestro evangelio- los últimos serán no solos los primeros, sino los más humildes y auténticos artífices y servidores del prójimo como buenos cristianos.
Por eso, habría que aconsejar o al menos regular estos actos llegado el caso. Ya que en definitiva, de lo que se trata es de ofrecer calidad y no cantidad. Es preferible pocos eventos y selectivos, que muchos regulares o mediocres. Y tal vez de no ser así, nos estamos jugando sin darnos cuenta, nuestro propio prestigio y la seriedad a través de -los excesivos actos cuaresmales- tal como deberían ser considerados. Para que éstos sean solamente motivos de una participación eficaz y enriquecedora donde destaque los conceptos del mensaje cristiano como bien espiritual y alimento de nuestras almas.