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El CEIP Serafina Andrades celebra su 50 aniversario

El alcalde de la ciudad preside el acto en el que se descubre una placa con el retrato de la maestra chiclanera y otra que conmemora esta efemérides

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  • Un momento del acto presidido por el alcalde -

El CEIP Serafina Andrades ha celebrado hoy el acto para conmemorar su 50 aniversario. Un acto que ha estado presidido por el alcalde, José María Román, y en el que han estado la delegada municipal de Educación, María José Batista; la directora del centro, Pilar Presa; la delegada territorial de Justicia, Administración Local y Función Pública, Ana Bertón, así como todo el profesorado y el alumnado.

Así pues, para celebrar esta efemérides se han descubierto dos placas, la primera con un retrato de Serafina Andrades y otra que sirve para conmemorar este aniversario. Además, han visitado una exposición en la que se cuenta la vida y la trayectoria de la maestra que da nombre al centro escolar.

José María Román ha destacado la “enorme transformación” que ha tenido el centro desde que abriese sus puertas en 1974. Uno de esos aspectos ha sido el hecho de contar con aulas con más de 100 alumnas, a pasar a una ratio de 25 ahora, “para una mejor manera de enseñar”.

Además, la diferencia entre antes y ahora es el derecho a la educación, con especial atención hoy en día a la diversidad, “con el objetivo de incluir, integrar y no dejar a nadie atrás”. En este sentido, el alcalde de Chiclana ha hecho mención especial a la posibilidad de disminuir la ratio en las aulas, que podría se una buena consecuencia del descenso de la natalidad de los últimos años.

José María Román también ha hecho mención especial a la labor realizada por todo el profesorado, puesto que va más allá de lo que administrativamente se debe hacer, “trabajando en distintas líneas de no obligado cumplimiento y que forma parte de la calidad de la enseñanza que caracteriza a este centro”. Además, ha felicitado al colegio y a las personas que lo integran y lo han integrado por la gran labor de estos 50 años.

Pilar Presa ha reseñado la importancia de cumplir 50 años, haciendo un balance de lo vivido y de cómo han evolucionado, agradeciendo el trabajo y el esfuerzo de todas las personas que “han dado respuesta a las necesidades que el centro requería”. “Hemos recorrido un largo camino, superando obstáculo, pero con una dedicación plena a nuestros niños y niñas para ofrecerles una educación de calidad”, ha señalado.

Además, Ana Bertón ha destacado el número de generaciones que han pasado por el centro en estos 50 años, en los que han contribuido al desarrollo educativo y social de la localidad. Además, ha agradecido la labor del profesorado por su ayuda en la educación, así como a las familias por su implicación. “Un modelo de trabajo que genera oportunidades y fortalece los lazos comunitarios de esta zona, mejorando la calidad de la enseñanza”, ha incidido.

 

Serafina Andrades

Nació en Cádiz el día 28 de enero de 1897. Se educó en el colegio San Vicente de Paúl Hermanas de la Caridad. Cursó sus estudios en la escuela Normal de Magisterio (4 años). Hizo oposiciones en Sevilla en el año 1920 y aprobó. Aunque ese año no tuvo plaza fija, le dieron de interina en Jerez de la Frontera. Pasó como propietaria en Alcolea, provincia de Córdoba. En 1924 fue destinada a Chiclana por concurso.

Estuvo 38 años dedicada plenamente a la enseñanza, verdadera vocación, a pesar de haber sufrido una parálisis en las piernas a los 24 años. Esto no le impidió enseñar a las niñas a bailar, cantar, hacer comedias, pues el dinero que recaudaba lo empleaba en el ropero escolar.

Su clase unitaria llegó a alcanzar 147 niñas matriculadas, así que la asistencia a clase siempre pasaba de las 100. Esta cifra tan enorme nunca fue motivo para que todas y cada una de las alumnas dejaran de leer un solo día e, incluso a algunas, cuya inteligencia era más deficiente, les dedicaba más de una lectura diaria para ayudarlas a superar esta deficiencia.

Igual hacía con el dictado y a las que ya escribían, hacían cuentas, etc, les dedicaba, por las tardes, un rato de costura que, naturalmente, ella se encargaba de preparar por la noche antes de acostarse y rezar.

Tenía tal cariño a su profesión que, además de preparar todo el trabajo que la enseñanza tan variada por las edades de las niñas le ocasionaba, buscaba en libros, revistas, periódicos, incluso en su amena charla con las personas que iban a visitarla, material para seguir enseñando. Les enseñaba cómo debían prepararse para la Navidad, la primera comunión y sobre todo celebrar el mes de María, con la devoción a la Virgen, inculcando al mismo tiempo el respeto y el cariño a sus madres terrenales.

Supo dejar un montón de versos escritos de su mano, que las niñas decían a la Virgen en la clase y a veces en la parroquia.

Su carácter era abierto y alegre pero su gran inconveniente era el moverse pues sus piernas no la sostenía, lo superaba con gran ánimo. Las enseñaba a bailar sentada y cogiéndose las piernas para enseñar los pasos del baile.

Sus alumnas recuerdan los golpes que daba con las chancas, pues las hacía callar enseguida, y también recuerdan que por muy temprano que llegasen a la clase, Doña Fina ya estaba sentada escribiendo sobre su mesa. Y si había alguna niña cuyos medios no le permitían comprase libros, ella madrugaba y escribía los apuntes necesarios para que esas niñas pudiesen estudiar como las otras.

Las visitas de los inspectores nunca la preocuparon y así lo comentaba muchas veces con sus compañeros cuando hablaban con ella sobre el tema. Tenía una absoluta confianza en sí misma y sobre todo la conciencia tranquila de realizar durante todos esos años un trabajo bien hecho porque dedicó toda su vida y su cariño a ello.

Murió el 16 de septiembre de 1962, día en que reanudaban las clases.

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