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Viernes 28/06/2024  

Chiclana

Rebelde, temperamental, vital… María Jiménez

Icono de transgresión en años de la dictadura, decía: "Hice lo que hice y fui lo que fui en la época en la que nadie era. Por lo tanto, era diferente”

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  • Imagen del día que recibió la Medalla de Oro de Chiclana -

 “Gracias a la vida que me ha dado tanto. Me dio dos luceros que cuando los abro. Perfecto distingo lo negro del blanco. Así yo distingo dicha de quebranto. Los dos materiales que forman mi canto. Y el canto de ustedes que es el mismo canto. Y el canto de todos que es mi propio canto”.

Así, con esta estrofa de una de las canciones que nacieron para jamás morir (Mercedes Sosa), agradecía María Jiménez a Chiclana de la Frontera, allá por el 2020, la entrega de la Insignia de Oro de la Ciudad en un Teatro Moderno repleto a rebosar y emocionado.

Era el 'sí quiero' definitivo y público que ligaba a Chiclana de la Frontera y a la artista por y para siempre en un momento en el que ella, vital, apasionada y siempre rebelde ("cuando soy buena, soy buena; cuando soy mala, soy mucho mejor"), llevaba años, décadas, haciendo de este rincón su particular paraíso; ese remanso de paz en el que, como siempre, vivió como le dio la real gana. Y es que como dijo en más de una ocasión esta artista y, sobre todo, mujer adelantada a su tiempo: "Hice lo que hice y fui lo que fui en la época en la que nadie era. Por lo tanto, era diferente".

Diferencia que defendió a capa y espada, sin importarle las críticas. Primero en una sociedad presa de un régimen dictatorial y, más tarde, en un escenario (aún latente) en el que las mujeres no podían hacer ni decir según qué cosas por su condición de mujer. Polifacética y con una vida que, quizás, le brindó más oscuros que claros, María Jiménez, trianera de cuna (¡ahí es nada!), se ganó el cariño sincero de los chiclaneros, haciendo gala del que, hasta el final de sus días, fue su territorio de paz y descanso.

Aquí, en su chalet de San Andrés Golf, hogar con intenso sabor andaluz e impregnado de recuerdos de su exitosa carrera profesional (entre ellos, la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes), María Jiménez vivió momentos muy felices con familiares y, muy en especial, con esos amigos que le acompañaron hasta el final de sus días, haciéndola sentir querida y respetada como mujer y artista.

Indomable y auténtica hasta el final, se supo ganar el cariño y reconocimiento de los chiclaneros, no solo por su arte; también por ser ese icono de la lucha por la igualdad real entre hombres y mujeres y contra el maltrato, algo de lo que Chiclana de la Frontera ha sido y es referente.

Mucho más que una artista

Pero María Jiménez, como ha quedado reflejado con la inauguración de su escultura, fue mucho más que una gran artista (se reinventó una y mil veces, grabando diecinueve álbumes en cincuenta años de carrera) y una mujer de bandera. La trianera fue una de esas mujeres de ‘armas tomar’, rebelde frente a situaciones de injusticia por su condición de mujer.

“Yo lo que tengo es coraje, yo no tengo rabia. Tengo coraje y ganas de seguir para delante porque mi vida es mía y, como pienso que todo está de dios, lo que tengo que hacer es seguir para adelante. Y para delante es muy difícil”, decía.

Coraje y personalidad que la llevó a, sin complejos, ser madre a los 15 años y a “enamorarme cada 15 días de uno diferente”.

Y es que, como dijo la secretaria local del PSOE, Cándida Verdier, con motivo de la distinción de María Jiménez por parte de la ciudad, no solo tuvo un fuerte vínculo “con nuestra ciudad” y fue protagonista de una carrera artística plagada de éxitos.

Ella, María Jiménez, “también fue un ejemplo en la lucha por el empoderamiento de la mujer y contra una lacra social como la violencia machista”.

Violencia que sufrió en sus propias carnes durante años, lo que le llevó a decir que “hay hombre malos y peores”.

“Ese señor”, apuntó de Pepe Sancho, “me maltrataba física y psicológicamente. Me daba una paliza y me decía: vamos a casarnos otra vez. Y yo como una tonta, después de dos carantoñas, le creía”. Para añadir: “En mi época eso (en relación a la violencia de género) no se podía denunciar. Si llega a pasar hoy, lo meto en la cárcel veinte años. Y encantada lo habría hecho”.

De personalidad arrolladora –su imagen, siempre, traspasaba la pantalla con una fuerza descomunal-, María Jiménez se posicionó a favor de la igualdad entre el hombre y la mujer, siendo para muchos icono de un feminismo (quizás nos consciente) que, por aquel entonces, tenía pocas caras reconocibles.

De hecho, allá por 1978, puso voz a una canción, ‘Se acabó’, que se convirtió en himno para muchas mujeres y cuya letra decía: "Se acabó-Porque yo me lo propuse y sufrí-Como nadie había sufrido y mi piel-Se quedó vacía y sola-Desahuciada en el olvido y después-De luchar contra la muerte, empecé-A recuperarme un poco y olvidé-Todo lo que te quería y ahora ya- Y ahora ya, mi mundo es otro".

Rebelde, vital, temperamental y subversiva, María Jiménez está, desde esta semana, más cerca de los chiclaneros y de quienes, a buen seguro, visitan la ciudad y van a tener la oportunidad de recordarla cada vez que pasen al lado de su escultura.

Y es que de María Jiménez se podría decir aquello de: “Una buena cita (en este caso artista) puede ser la chispa que ponga en marcha pensamientos, ideas y sentimientos generadores de revelaciones que cambian nuestras vidas”.

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