Hablar de Chiclana de la Frontera, de su dilatada historia, profunda religiosidad y rico patrimonio nos conduce obligatoriamente al que, sin lugar a dudas, es uno de sus grandes e icónicos monumentos de la localidad, la Iglesia Mayor o, también llamada, Iglesia de San Juan Bautista.
Ubicada en el centro histórico de la ciudad, a escasos metros de ese yacimiento, el del Castillo, en el que se encuentran las huellas más profundas de Chiclana de la Frontera, esas que dejaron los fenicios; este templo ha sido testigo de algunos de los episodios más sobresalientes de la historia local, algunos de singular dramatismo y triste recuerdo para sus pobladores. Sucesos que, como los ocurridos durante la propia Guerra de Independencia (las tropas francesas utilizaron la iglesia como cuartel, caballerizas y parque de artillería, desapareciendo en ese tiempo, entre otros, los mármoles ya labrados para el altar mayor.), marcaron para siempre su construcción. Hasta tal punto que provocaron que su culminación (posteriormente retomada) no respondiese al proyecto original.
Documento inicial que, en 1776, comenzó a ejecutarse conforme a los planos de uno de los arquitectos más destacados de la época, Torcuato Cayón de la Vega, gran exponente de la transición del barroco al neoclásico en la provincia.
Como aún se puede observar, su cúpula no refleja la majestuosidad proyectada originalmente y en su fachada no lucen los campanarios diseñados en origen, gran anhelo de los chiclaneros.
Declarada monumento Bien de Interés Cultural (BIC) en 1975, la Iglesia Mayor (cuyo testigo tras la muerte de Torcuato Cayón tomó Torcuato José de Benjumeda) se levanta sobre una planta de salón con tres naves y presume de un aire catedralicio, estructurándose en tres calles articuladas de cuatro majestuoas pilastras de orden jónico.
En su majestuoso interior se conserva parte del bajorrelieve dedicado al Descendimiento que perteneció a su retablo mayor (obra realizada hacia 1552 por el escultor de origen flamenco Roque Balduque junto al pintor Andrés Ramírez), así como dos lienzos barrocos atribuidos a la escuela de Zurbarán.
Ligada a ella, en el entorno de la Plaza Mayor, se encuentra el Arquillo del Reloj (junto a la Ermita de Santa Ana, es ‘punta de lanza’ de un paisaje de perfil bajo y blanco), de planta cuadrda y aislada.
Pese a no ser un edificio de carácter religioso, le otorgó las funciones de campanario de la Iglesia de San Juan Bautista, ya que, como es sabido, las torres que debían albergar las campanas de dicho templo nunca fueron construidas.
Templo religioso referente de la Semana Santa chiclanera, la Iglesia Mayor se antoja visita obligada para chiclaneros y visitantes.
Contemplar la majestuosidad de sus naves y columnas es uno de los grandes placeres que ofrece el patrimonio religioso de Chiclana, el de su rico casco histórico.