En muchos países europeos y de otros continentes se han escuchado por primera vez los nombres de los pueblos húngaros de Kolontár y Devecser, los más contaminados por el vertido de lodo rojo procedente de una balsa de residuos de aluminio, que causó nueve muertos y más de un centenar de heridos.
Organizaciones ecologistas como Greepeace han calificado de "irresponsable" la decisión del gobierno, tomada esta semana, de autorizar la vuelta de los habitantes a Kolontár, porque se ignora cuáles son los efectos, a corto y medio plazo, del vertido.
El toxicólogo Gábor Zacher dijo a Efe: "Deberíamos ser valientes como para afirmar de una vez por todas que en las dos aldeas no se puede vivir".
Protección Civil húngara asegura que el contenido de micropartículas tóxicas en el aire "no alcanza niveles peligrosos para la salud".
El gobierno prometió ayudar a todos los afectados, independientemente de si quieren quedarse en Kolontár y Devecser, o deciden abandonar sus hogares para iniciar una nueva vida en otro lugar considerado más seguro, aunque hasta el momento se desconocen los detalles de estos planes de desplazamiento.
En todo el país se han abierto decenas de cuentas bancarias para recibir donaciones nacionales y del extranjero, pero hasta la fecha es difícil calcular cuánto dinero se ha recaudado.
Un paso hacia la normalización de la vida fue la reanudación, anunciada el viernes, de la producción de aluminio en la fábrica MAL, cuya balsa de residuos de bauxita causó la catástrofe. La planta da trabajo a más de 3.000 personas de la región.
El primer ministro, Viktor Orbán, ha prometido una solución antes del invierno para todos los damnificados, que obtendrán casas en terrenos seguros en la zona afectada o se les proporcionarán viviendas estatales en otras partes del país.
Las autoridades construyeron en pocos días un nuevo dique para contener una posible segunda riada, pero a largo plazo habrá que solucionar el problema de la rotura de la balsa dañada, que presenta un boquete de unos 40 metros de longitud.
Para ello el Gobierno invitó a un grupo de expertos y arquitectos austríacos que ya trabaja en el lugar para determinar cómo se podrá sellar el agujero por donde se fugó el lodo rojo el 4 de octubre.
Entre las propuestas manejadas se habla de un muro de 20 metros de altura, pero también de la construcción de un sarcófago de hormigón sobre la pared dañada de la balsa de residuos.
Una semana después de haber sidos evacuadas 715 habitantes de Kolontár, 500 personas decidieron volver este fin de semana a sus hogares y continuar su vida allí, pese a las advertencias de varias ONG ecologistas.
El alcalde de Kolontár, Károly Tili, explicó a la agencia MTI que frente a lo que se pronosticaba anteriormente sólo una centenar de residentes abandonará la aldea, porque "aquí están sus hogares, sus trabajos. Todo está relacionado con este lugar".
La solidaridad de la población hacia las víctimas de esta catástrofe ecológica, sin precedentes en Hungría, ha sido bien palpable, tanto que el alcalde, tras agradecer las donaciones de ropa, alimentos y otros artículos, pidió que no se enviara nada más, salvo dinero en efectivo.
También se movilizaron los famosos de origen húngaro en la diáspora. George Soros, el magnate estadounidense-magiar, envió un millón de dólares a los damnificados por el vertido y George Pataki, ex gobernador de Nueva York (también de origen húngaro), inició la coordinación de donaciones extranjeras destinadas a la zona.
"Le agradezco a todo el mundo el apoyo que nos prestó", dijo una de las evacuadas a Efe, tratando de evitar las lágrimas, después de haber sido evacuada el sábado pasado.
También fue elevada la presencia de voluntarios para ayudar desde el primer día en la reconstrucción y limpieza de las calles manchadas de rojo en la zona contaminada, pero la tarea parece imposible dado el alto nivel de toxicidad del material vertido.