Llegó el día. Este 19 de junio los andaluces y andaluzas acudirán a las urnas para elegir quién les gobierne los próximos cuatro años. Ole, ole y ole. A pesar de mi profesión, o debido a ella, hace tiempo que me dejé llevar por el desencanto más que hacia la política, por los políticos. He escuchado tantas promesas, tantas mentiras, tantas tomaduras de pelo, en incontables ruedas de prensa, convocatorias y actos, que mi cerebro, por mera cuestión de supervivencia y salud mental, desconectó. Ahora, la mayoría de las veces, no miro sus labios, ni escucho sus palabras. Los observo como si fuesen marionetas y tan solo me fijo en sus gestos, en sus pupilas y en lo que dicen entrelíneas.
Marcan la agenda y el resto les sigue como borregos, como conejos tras una zanahoria colgada de un puto paloAún así, puedo decir claramente que voy a votar. No sé a quién aún, pero sí tengo claro a quién no voy a votar por razones obvias. Siempre iré en contra de quienes siembran el miedo, de quienes buscan despertar los más bajos instintos. De quienes apuestan por el odio, la discriminación y la criminalización de las clases más desprotegidas. De quienes apuestan por un mensaje sencillo, de fácil digestión, como la comida rápida, para atrapar a los ingenuos mientras planean sus actos de latrocinio. Aún así, ningún partido me genera miedo. Asco quizás, pero miedo no. Incluso prefiero que entren a gobernar para que sus electores despierten y los vean al desnudo, tal y como son, unos sinvergüenzas capaces de todo con tal de acceder a un sillón. Es como una gripe: mientras antes llegue la fiebre, antes se cura.
Sé a quién no voy a votar, pero en mi interior me importa un carajo lo que vote el resto. Nunca he sido fan de los seres humanos como masa. Maleables, fáciles de engañar y de manipular. Gilipollas capaces de dar las llaves de su casa a su depredador, pero es algo que ya ha ocurrido y que, desgraciadamente, ocurre y volverá a ocurrir. Y sé, pongo la mano en el fuego, que muchos dirán más tarde que jamás les votaron, que lucharon incluso contra ellos y sus políticas quirúrgicas para debilitar al débil y fortalecer a quienes manejan los hilos de estas marionetas. La historia es cíclica y eso es un hecho.
Ese tipo de partidos al que jamás votaré se introducen en la sociedad como la metástasis del cáncer invade un cuerpo. La debilidad les hace fuerte. La putrefacción de los valores les alimenta. Crecen a base de estiércol y miseria. Pero siempre ha sido así. La pena es que ayuda, y mucho, que el resto de partidos actúen como mamarrachos, sin sentido de Estado, con propuestas sin ningún apego a la gente, como si vivieran al margen de la realidad. Salen en vídeos bailando, o hablan de torrijas, o de días de baja por la muerte de una mascota… o centran su discurso en desacreditar la línea marcada por el partido al que jamás votaré. Se pasan el día desmintiendo sus bulos, rebatiendo sus críticas neandertales a la homosexualidad, la violencia de género, el feminismo, el cambio climático, la inmigración, el aborto, la eutanasia, los toros, la caza… Marcan la agenda y el resto les sigue como borregos, como conejos tras una zanahoria colgada de un puto palo.
De estas elecciones, de esta campaña que ya concluye, la gente ha hablado más de torrijas, de niños de diez años pajeándose, de empadronamientos en Salobreña… o de lo graciosos y artistas que son los gaditanos. Educación, Sanidad, Empleo, Seguridad, Industria, pues ya para otra ocasión. Le preguntaría a estos partidos si no son conscientes de lo difícil que es convencer hoy en día a un contrario, a un partidario de otro partido, y valga la mierda de redundancia. No se tragan los bulos, los devoran con alegría. Y aquí da igual el bando. Las evidencias, las verdades, se las pasan por el forro... los unos y los otros. ¿Cómo convencer de lo estúpida que es su actitud a un colega que se va a insultar a adolescentes frente a la clínica donde acude a abortar? ¿O que, con los huevos peinando canas, cree que la tierra es plana? Eso es perder el tiempo my friend... y la culpa es, en parte, de la mierda de sistema educativo que tenemos. Y en parte porque hoy la polarización es tal que la gente defiende a sus siglas como si de su equipo de fútbol se tratase. Eso sí, si pierde su equipo, no pasa nada. Si ganan sus siglas puede que su vida se vaya a la mierda.
Y no ha sido solo un partido el que ha desmantelado la educación o la sanidad pública, eso viene de lejos. Si se hubiera hecho un esfuerzo, si se hubiera tenido sentido de estado, si se hubiera alcanzado un acuerdo entre las principales fuerzas políticas para una política educativa estable y permanente y de calidad, por encima de las siglas políticas, seguramente no habría tanta gente tan maleable, fácil de engañar y de manipular. No habría tanta gente que lo mismo cree que la tierra es plana o que la ley de la eutanasia les obliga a ellos a morir en lugar de soportar estoica y cristianamente el dolor y el sufrimiento en la última etapa de un cáncer terminal o mientras están enchufados a máquinas que les alimenta y les ayuda a respirar. No habría tanta gente que se tragase todos los bulos como si fuesen peladillas.
Ahora vivimos en la dicotomía de una educación basada entre los que no quieren que nuestros hijos aprendan sobre la sexualidad y los que apuestan por enseñarles a hacer buenas torrijas. Así que, con todo el respeto, me suda el alma de tanto cansancio.