Con una flota pesquera que a estas alturas roza lo testimonial, Chiclana hace ya 52 años que vio desaparecer la que fue la mayor industria pesquera de su historia. Esa a la que dio nombre el Consorcio Nacional Almadrabero y que vivió sus últimos y agónicos instantes de vida en 1972, cuando, sacudido por las deudas y con un descenso considerable en el número de capturas, hizo firme su liquidación y la venta de todos sus bienes.
Se ponía de este modo fin a 44 años de intensa actividad atunera. Lapso de tiempo en el que, el más mágico, atractivo e hipnótico lugar de la localidad, el poblado de Sancti Petri, fue uno de los mayores activos para el consorcio y para la generación de empleo y riqueza en aquella Chiclana de vides y salinas.
Consorcio Nacional Almadrabero cuya historia ya es recordada por muy pocos. Quizás, por los más viejos del lugar y los apasionados de la cultura almadrabera , y cuya huella, en Sancti Petri, se reduce a la casa del guarda, algunos barracones y la pequeña iglesia.
Edificio rehabilitado años atrás gracias a la pasión de personas como el ya desaparecido Rafael Vázquez, durante décadas uno de los mayores defensores de este rincón en pro de su uso y disfrute por los chiclaneros y apasionado de un lugar del que, desde el Club Náutico Sancti Petri, hizo su casa.
Y es que ahora, cuando las almadrabas de Conil de la Frontera, Barbate, Zahara de los Atunes y Tarifa incian una frenética actividad en torno al atún rojo salvaje de almadraba, de la mano de multitud de alicientes gastronómicos; cabe recordar el papel protagonista (quizás el mayor de la industria almadrabera) que en su día tuvo una empresa en torno a la que, desde 1928 a 1971 (tiempo de actividad), desde Chiclana, giró la mayor actividad almadrabera del litoral español.
Concentración de almadrabas
Empresa que, eso sí, fue una apuesta del gobierno de la Dictadura de Primo de Rivera en favor de la concentración empresarial del sector (aglutinaba once almadrabas sur atlánticas) con el objetivo de transformar su organización empresarial y social mediante la racionalización productiva de las almadrabas existentes en la zona. Concentración que, como se perseguía desde un gobierno caciquil, garantizó los privilegios de un reducido grupo de industriales de la pesca,en concreto, del atún.
Aquí, en Sancti Petri, fue donde el Consorcio Nacional Almadrabero escribió sus páginas más productivas (esta empresa llegó a producir el 25% de las conservas elaboradas en territorio nacional). Páginas que, cada temporada de capturas, escribían entre 1.000 y 1.500 trabajadores, muchos llegados de la costa onubense, Málaga y el Algarve.
La conservera de Sancti Petri iniciaba sus trabajos en el mes de enero, con el acopio del material necesario para la fabricación de las diferentes conservas. Faena que coincidía en el tiempo con la preparación de un arte de pesca singular, milenaria, de gran complejidad.
Eran tiempos frenéticos, con dos periodos de captura. La de ‘derecho’ (que aún se mantiene), cuando los atunes rojos pasaban por las costas gaditanas en dirección al Mediterráneo para desovar (mes de abril) y de ‘revés’ (ya desaparecida), cuando emprendían el viaje de regreso al Atlántico. Históricas son ya aquellas imágenes de la factoría de Sancti Petri, de su poblado, en la que los llamados chanqueros despiezaban el atún, y las estibadoras lo manipulaban y enlataban.
Imágenes que dan fe de que Sancti Petri, Chiclana, fue el corazón del Consorcio Nacional Almadrabero; el mayor gigante en cuanto a la pesca del atún rojo de almadraba y su procesamiento.