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La casa de las manos tendidas cumple un cuarto de siglo

Hogar Gerasa celebra 25 años cuidando a los enfermos de SIDA de la provincia de Cádiz

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  • Antonio Bascuñana, Antonio Vergara, Sor Carmen y Trinidad Merino. -
  • Fue el 26 de septiembre de 1996 cuando el Hogar Gerasa abrió sus puertas, aunque, en verdad, aquel proyecto había nacido años antes

Trinidad Merino empezó jugando al parchís. “Iba allí por las tardes a jugar con los residentes como voluntaria”. Y entre que se comía una ficha, contaba 20 y avanzaba por las casillas, aprendió de aquellos compañeros de juego tantas lecciones vitales, que amplió sus tardes, multiplicó los juegos y tareas para la convivencia y ha terminado presidiendo la asociación que promovió la creación en Chiclana del Hogar Gerasa. Esta casa de acogida cumple un cuarto de siglo cuidando de los enfermos de SIDA derivados de la marginalidad y la drogodependencia.

“Los enfermos eran tratados como unos apestados y nosotros por tratarles también”

Fue el 26 de septiembre de 1996 cuando el Hogar Gerasa abrió sus puertas, aunque, en verdad, aquel proyecto había nacido años antes. A las unidades de infecciosos de los hospitales públicos de la bahía de Cádiz llegaban enfermos de SIDA a los que nadie quería atender. Muchos de ellos no tenían casa, dormían en las calles, compartían jeringuillas. Eran antes de contagiarse ya personas excluidas de la sociedad, y el VIH, que en los años ochenta y noventa del siglo pasado creció en la población drogodependiente, agravó su aislamiento.

En esas unidades trabajaban entonces los médicos Antonio Vergara y Antonio Bascuñana, que dieron el paso para atender a esos enfermos a los que nadie quería atender. El SIDA, envuelta en el desconocimiento y los tabúes, solo generaba miedo y rechazo. “Los enfermos eran tratados como unos apestados y nosotros por tratarles, de alguna manera, también éramos muy mal mirados”. Surgió entonces la idea de que esas personas tuvieran un lugar donde pudieran ser atendidos correctamente, recibieran un tratamiento integral y, además, encontraran una casa. Un hogar.

“La idea la teníamos, pero lo difícil era conseguir la financiación”, recuerda Bascuñana. Esa ayuda llegó de la Junta de Andalucía. “Contactó con nosotros el consejero de Asuntos Sociales, Ramón Marrero, y nos dijo que había 60 millones de euros (360.000 euros) de unos fondos que se podían utilizar si se hacía de manera urgente porque había riesgo de perderlos”, repasa Vergara. Recuerda que dudaron entonces por la magnitud de aquella operación. “Nos sobrepasó un poco, pero gente como José Chamizo (exDefensor del Pueblo Andaluz) fue la que nos empujó a tirar hacia adelante”, añade Vergara.

Y, gracias a ese dinero, pudo hacerse realidad el Hogar Gerasa. Se ubicó en Chiclana, aunque elegir un sitio también fue difícil. “Entonces el SIDA generaba mucho rechazo, estaba lleno de estigmas y nadie quería una casa de este tipo en su vecindario”. Vergara rememora aquellos principios, pero lo hace con la comprensión de la ignorancia que existía entonces y el orgullo de que hayan pasado 25 años y casi todos esos temores y recelos se hayan disipado. “Nunca hemos tenido un contagio en el Hogar, hemos demostrado que era un proyecto necesario, y hemos ayudado a mucha gente”.

En este balance de un cuarto siglo, la asociación Hogar Gerasa calcula que ha realizado más de 220.000 estancias. Los residentes son derivados a la casa de acogida, donde caben una veintena y son atendidas desde 1996 por las monjas de las Hijas de la Caridad, algunas enfermeras, que cuidan a estas personas en todos los sentidos de la palabra. Ahora es Sor Carmen la que dirige esta residencia. “Nunca hemos tenido un incidente. Aquí han venido personas con muchísimos problemas y en una situación muy grave. Y yo siempre he estado agradecida por lo que nos han enseñado, por lo que nos han aportado”.

Los que llegan tienen que ser atendidos en muchos aspectos. “Vienen de la marginalidad social, de una drogodependencia muy fuerte, y a eso se suma los efectos de la enfermedad”, explica Vergara. Reciben compañía, el tratamiento para superar su adicción, los caminos para encontrar una salida a su situación económica, los paliativos para llevar mejor la enfermedad. En esto último la situación ha cambiado mucho en estos 25 años. El SIDA es ahora el menor de los problemas para ellos, porque existen ya medicamentos que les permiten alargar su esperanza de vida, eliminar su posibilidad de contagiar y, aunque no todos, sí reducir los estigmas que rodeaban su enfermedad.

Los residentes necesitan esa doble atención social y sanitaria, una tarea que necesita fondos suficientes, y  que Bascuñana y Vergara siguen reivindicando a las administraciones en este aniversario para que el futuro de este Hogar sea algo más estable.

Trinidad Merino relata muchos casos de éxito. “Aquí han venido residentes, que se han curado, han cambiado de vida, y luego han trabajado como voluntarios para ayudar a los que estaban aquí”. Son las oportunidades ofrecidas a los que no tenían nada. En algunos casos, solo han podido ayudar a que sus residentes murieran con dignidad. “Se han muerto, pero lo han hecho bajo un techo y cogidos de la mano”.

“Necesitamos un futuro más estable”

Durante estos 25 años, el Hogar Gerasa se ha sostenido económicamente gracias a las ayudas y subvenciones públicas de las administraciones. Aunque su labor doble, sanitaria y social, no siempre ha quedado cubierta. Es la principal reivindicación de los médicos Antonio Vergara y Antonio Bascuñana, fundadores de esta casa de acogida. “Llevamos algunos años pidiendo a la Junta de Andalucía que nos ofrezca un concierto más estable que nos reconozca estas dos labores que hacemos, la de abordar a pacientes con una enfermedad, como es la drogodependencia y el SIDA, y también el aspecto social de quienes no tienen una casa y viven en la marginalidad”. La propia evolución de estos pacientes ha hecho que, cada vez más, necesiten un tratamiento dual al presentar enfermedades mentales añadidas derivadas del consumo excesivo de sustancias estupefacientes. Después de un cuarto de siglo, el Hogar Gerasa pide garantías de futuro y una merecida estabilidad.

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