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Viernes 19/04/2024  

Cádiz

Historias reales que evidencian la necesidad del 8 de marzo

Varias mujeres gaditanas nos cuentan distintas experiencias relacionadas con la violencia de género que han sufrido a lo largo de sus vidas y a todas las edades

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  • Huelga feminista. -

Mientras sigue habiendo mujeres asesinadas por violencia de género (ya van cuatro en España en lo que va de año, 1.082 desde que empezara a contabilizarse en 2003); mientras la misoginia se cuela en los comentarios de la retransmisión de los Goya; mientras se sigue juzgando a una mujer por su físico o su forma de vestir; mientras existe una brecha salarial palpable; mientras ellas son las que tienen miedo al volver a casa por las noches… Mientras todo eso sigue ocurriendo, aún hay quien cuestiona la necesidad del 8 de marzo.

Tenía un novio que me llamaba puta porque yo había tenido relaciones antes de estar con él”

Existe la desigualdad, existe el acoso sexual y existe la violencia de género. Este gravísimo problema afecta a todas las edades y en cualquier parte del mundo. Según los datos aportados por ACNUR, las mujeres de entre 15 y 44 años tienen más riesgo de sufrir violencia de género que de sufrir un accidente de tráfico o enfermedades como el cáncer o la malaria. Una triste realidad que va dejando historias como las recogidas a continuación.

Volviendo a casa a los 12

“La primera circunstancia de violencia machista que recuerdo fue cuando tenía 12 años”. Esta historia nos la cuenta Alba, de 33 años. Era la primera vez que salía sola por la noche y fue al pregón de Carnaval. Cuando volvía a casa en el autobús, “que estaba abarrotado de gente, sobre las doce de la noche, un hombre de más de 30 años empezó a coger y toquetear un colgante que yo llevaba al cuello. Desde el primer momento me di cuenta de lo que estaba pasando, porque tenía 12 años pero no era tonta.  Él empezó a decirme que el collar era muy bonito, a preguntar dónde me lo había comprado, dándome charla y haciéndome preguntas. Yo le respondía, aunque intentaba ser cortante y mirar para otro lado. Pero llegó un momento en el que ese hombre me preguntó si quería tomar una copa con él. Obviamente me puse muy nerviosa, le dije que no y pasé el resto del trayecto agobiada porque no sabía si ese hombre iba a bajarse en la misma parada que yo, que era la última, en Cortadura, una zona muy solitaria por la noche”.

Alba reconoce que podría relatarnos muchas situaciones como esta, en la que se siente miedo, impotencia, angustia. De hecho, comparte con nosotros un segundo episodio que tiene lugar cuando cursa el último año de instituto. “Tenía un novio que me llamaba puta porque yo había tenido relaciones antes de estar con él”, explica. “Lo utilizaba para controlarme, me miraba con mala cara cuando hablaba con otros chicos… siempre había alguna forma en la que él invalidaba cualquier cosa que yo hacía. Era una manera de intentar hacer que yo no fuera visible para los demás y que estuviera solo para él. Fue una relación con bastante violencia psicológica y emocional”.

“Siempre a nosotras”

“Con 16 años, estando en la playa con una amiga, un hombre se masturbó mientras nos miraba. A los 20, en casa de unos familiares, jugando en la piscina mi tío se sumergió para tocarme entre las piernas. Con 24, en una discoteca, un hombre me tocó el culo. Con 26, en el autobús, un señor se acercó más de la cuenta a mi parte trasera… ”. Nos habla Lorena, de 29 años. “Estas son solo algunas de las historias que nos pasan a las mujeres, pero no es casualidad que siempre nos pasen a nosotras y tengamos que soportarlas”, lamenta.

“Me quedé paralizada”

Alex recuerda un día de verano yendo a trabajar a un chiringuito en el todoterreno del jefe de su ex novio. “Aquel día no iba mi ex con nosotros porque estaba enfermo y yo iba de copiloto. El chiringuito donde trabajaba está en una cala con un camino de tierra largo, de difícil acceso. En un momento el jefe y amigo de mi ex desvío bruscamente el coche a unos matorrales donde nadie nos veía. Yo me quedé paralizada. Paró el coche y empezó a tocarme. Primero empezó por las rodillas e iba subiendo. Yo estaba paralizada, temblando y no podía articular una palabra, (si gritaba o lloraba nadie me iba a oír, estaba a 1 kilómetro de cualquier bar o supermercado). Cuando llegó a la entrepierna empecé a llorar y de repente paró, arrancó el coche y siguió el camino para el trabajo”. Esta chica nos cuenta que cuando llegó por la noche a su casa se lo contó al que era su pareja. “Me abrazó y me dijo que no me acercara más a él. Nunca más hablamos del tema y ellos siguieron siendo tan amigos como hasta entonces”.

“Se volvió loco” 

“Estaba embarazada y me fui a comer con mis padres”, relata otra chica. “Cuando llegué a casa mi pareja se volvió loco por haberlo dejado solo. Comenzó a insultarme y romper todas las cosas”. Acto seguido la echó de casa tirando todas sus cosas a la calle. “Conduje sola durante 30Km para volver con mi familia, pero la situación me provocó un ataque de ansiedad y una gran hemorragia”. Tuvo un embarazo fallido de 4 meses.

Visibilidad

Como los testimonios de estas chicas hay muchos más recogidos en la campaña puesta en marcha en las últimas semanas desde la Comisión 8M de Cádiz. Historias de mujeres gaditanas, de todas las edades, que se han compartido a través de las redes sociales con el hashtag  #encadizhayviolenciamachista8M. Estos testimonios reales se han relacionado con imágenes de la ciudad “para evidenciar la cotidianidad y cercanía de las violencias”. Una iniciativa cuyo objetivo principal ha sido  “visibilizar la necesidad de salir hoy y seguir construyendo feminismo”.
 

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