Andrés Oviedo Vidal

Publicado: 05/06/2020
Un artículo de Francisca Morales Yesa
FRANCISCA MORALES YESA

1 de Junio de 2020. He perdido a un amigo. Hace más de treinta años conocí a un joven tímido, maestro de cerámica, en la primera Escuela Taller que funcionó en Arcos de la Frontera.

Andrés Oviedo Vidal era tímido y risueño. Cuando se sentaba al torno o cogía sus pinceles se transformaba en el hombre serio y profesional que requería su oficio. O cuando fruncía un poco el ceño y cerraba los ojos para reafirmarse en algún pensamiento importante, se investía de solemnidad. Pero la mayor parte de las veces reía y se le iluminaban los ojos.

Por primera vez oí hablar de la técnica del churro, técnica primitiva y rudimentaria con las que iniciaste a tus alumnas, todas mujeres, en el oficio. Después empezaron a calcar dibujos en los azulejos, con los saquitos de carboncillo, para pintarlos con la “técnica de la cuerda seca”.

( ¿Pensabas qué no me iba a acordar de estas cosas?. Pues ya ves amigo, yo también aprendí mucho de ti).

Pero todas las alumnas lo que más deseaban eran “manejar el torno”. Aquí si que hicieron verdaderos “churros” pero sin técnica. En honor a la verdad todas aprendieron. Unas más que otras!!!.

Yo me embobaba con los esmaltes salidos del horno, el brillo en los colores de las mariposas posadas sobre los platos redondos; los tejados rojos de tus calles, el celeste de tu poquito de cielo…

Empezamos siendo compañeros para reconocernos cómo amigos. Amigos que se ríen de sus defectos. Amigos que se escuchan y aprenden, que reflexionan sobre lo importante de la vida: “vivir al máximo”, “disfrutar de la vida”, decías. La alegría de vivir era nuestro último aprendizaje.

Como tu cerámica, fuimos evolucionando hacia lo abstracto, lo simple, lo esencial.

Lo esencial fueron también tus hijos y tu amada esposa Paqui. Ellos aprendieron del maestro y conocieron el amor de su padre. ¡Qué alegría visitar vuestra casa y veros trabajar!!! Y reír…y llenar la casa de espejos, azulejos, platos…de horas de trabajo.

En la vitrina de mi casa guardo los vasitos de barro decorados con sencillos ramilletes; un azulejo esmaltado de la Calle Nueva; dos maceteros que sostienen a las “siempre vivas”… y en el alma , para siempre, a mi querido amigo.

Descansa en paz.

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