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Notas de un lector

Una iluminación perpetua

El escritor alicantino Pedro Serrano publica “Letras grandes”, un nuevo poemario de honda reflexión donde se aprecia el compromiso con su tiempo vital

Publicado: 03/12/2024 ·
10:57
· Actualizado: 03/12/2024 · 10:57
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Autor

Jorge de Arco

Escritor, profesor universitario y crítico. Académico de la Real Academia de San Dionisio de Ciencias, Artes y Letras

Notas de un lector

En el espacio 'Notas de un lector', Jorge de Arco hace reseñas sobre novedades poéticas y narrativas

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Nacido en Pinoso en 1963, Pedro Serrano lleva más de dos décadas entregado con devoción a su tarea como asesor y gestor cultural. Además, en este tiempo, ha editado “Poemas de amor y resistencia”, “De la ironía sentimental”, “Como flores en casa”, “Enlaces”, “Entran jazmines en casa”, “Heredar la nada” y “Pájaros”. En 2013 y 2016 recibió el Premio “Tiflos” de Poesía para personas con discapacidad visual.

Ahora, el escritor alicantino publica “Letras grandes” (Chamán Ediciones. Albacete), un nuevo poemario de honda reflexión donde se aprecia el compromiso con su tiempo vital y con sus semejantes. Porque en estos versos podemos hallar la voz de un yo lírico que dialoga con la realidad circundante, que pretende liberar su corazón de todo lo que duele y hiere, y que anhela alcanzar la definitiva lumbre que guíe su presente: “Lo que ocurre en el momento/ es que hay menos luz en la superficie/ y más presencia de los pájaros sobre la misma quietud de los pájaros./ Ha pasado de puntillas el azar,/ el riesgo como modelo de sacrificio:/ pero no la poética del pánico,/ no el nervio del viento”

Anota Katy Parra en su prefacio, que Pedro Serrano“se rinde a la evidencia, a la terrible verdad de cuanto se le antoja irremediable y, es justo ahí, donde estamos todos, todas: víctimas y verdugos de una misma historia que vamos heredando, agradeciendo y maldiciendo, mientras estamos vivos”. Y añade que, seguramente, entre estos textos, “no vamos a descubrir las respuestas amables que nos gustaría encontrar. Este es más bien un libro lleno de preguntas incómodas, que el poeta se hace y nos plantea, tal vez para intuir su propia luz, su propia oscuridad; una invitación cómplice para agrandar las palabras que nos unen”.

Y, en verdad, su verbo profundiza en la inquietud que provoca no saberse dueño de cada acto, de no alcanzar a comprender de cuanto va llenándose la vida. Por eso, su palabra es llama y es grito y es, también, una manera de advertir -de advertirnos- que estamos ante un mundo falto de uniformidad, de inspiración, y es nececesario seguir hollando los territorios que restan el temor para alcanzar la dicha: “Miedo a la negrura (…) Miedo a salvar la bondad (…). Miedo de la mujer y del hombre que tienen lo mejor de la vida:/ una iluminación perpetua”.

Dividido en cuatro secciones, “Oraciones básicas”, “Ceguera legal”, “Escorias” y “Citas minúsculas”, el poemario confluye en el deseo de seguir soñando, de armonizar un lenguaje y un mensaje capaces de sanar, de reordenar y dar cuerpo a lo empírico y reescribir la belleza de sentirse vivo. Pues, ¿qué mejor que ser huésped de ese edén que aguarda más allá de la memoria, más allá del mañana?

La sólita rebeldía, las cuentas pendientes, el precio de la ira, los dioses sin trono, el cielo de los tristes, la infinitud de la medianoche…, van poblando estas páginas que transitan por las deshoras de la existencia y quieren ser, a su vez, refugio y casa por habitar: “Soy padre, pero no estoy a la derecha del padre./ Estoy a la espera de que uno de mis hijos me pregunte/ por el dolor, y también por la felicidad./ Y la respuesta sea una”.

 

 

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