Que la vida política se ha acelerado no ofrece dudas. El Consejo de Ministros acordó la decisión que va a definir la presente legislatura, los indultos. Llegó lo que se intuía desde el momento de las condenas. La operación - política, no jurídica - se hace para intentar que el independentismo, del que es partidario casi la mitad de la población catalana, baje a los niveles aceptables, tolerables, que eran habituales antes del gobierno de Rajoy y de la sentencia del Tribunal Constitucional y los referéndum ilegales, es decir, inferior al 25% del electorado, aunque el voto a los soberanistas llegase al 50%. La tarea se antoja muy difícil porque las posiciones se han estancado notablemente y la división ha llegado a la sociedad. Se está ante un proyecto nacional de largo alcance, no ante una pirueta electoral. “Los indultos no resolverán nada. Pero permitirán un combate político más franco y civilizado”, dice Puigverd.
Empieza un nuevo ciclo político. Para el PP el inicio de ese periodo lo marca la atronadora victoria en Madrid, que le plantea al líder del partido el inconveniente del verso suelto que es su presidenta. Quiere centrar de nuevo su oposición -por segunda vez- en el problema territorial catalán, pretendiendo compensar su hundimiento en Cataluña con la subida en el resto de España. Para el PSOE se trata de una operación arriesgada porque el efecto puede ser al contrario, victoria en Cataluña, dificultades en el resto. Confía en que la pedagogía política haga entender a buena parte de la población una estrategia de Estado, compartida en muchos foros europeos, donde se exige que los conflictos políticos se arreglen por medio del diálogo. Así lo ha entendido la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa. Todo ello, con independencia del funcionamiento de la justicia, de acuerdo con el Estado de Derecho.
Mientras en Colón se dan golpes de pecho con el constitucionalismo, queda pendiente para siempre la renovación de los órganos constitucionales, por un bloqueo ya sin justificación posible. Parece, por contra, que se avista una recomposición del gobierno, tras la salida de Salvador Illa a Cataluña y Pablo Iglesias, inicialmente a Madrid y finalmente fuera de la política. La remodelación ministerial debe afrontar los dos años que restan de legislatura. Queda sin resolver, dramáticamente para España, la falta de algún tipo de entendimiento entre PP y PSOE.