A los políticos es que les gusta que nadie les varíe el rumbo que ellos trazan para controlar la sociedad. Ahí tienen la prensa, ahí sabemos del control de grupos empresariales, vecinales, de las cajas...
A los políticos es que les gusta que nadie les varíe el rumbo que ellos trazan para controlar la sociedad. Ahí tienen la prensa, ahí sabemos del control de grupos empresariales, vecinales, de las cajas... y claro, cuando los representantes de la Iglesia dicen algo que no se ajusta a lo previsto pues ancha es Castilla.
Las palabras de Martínez Camino, secretario de la Conferencia Episcopal, sobre el aborto, han sentado muy mal a los políticos que se declaran católicos de fe pero laicistas de mandato. Que podríamos decir que algo hay de verdad en que no se ha de mezclar vida privada con pública, pero es que la reprimenda del ministro socialista José Blanco -que se define católico- a la autoridad eclesiástica entra en innumerables contradicciones. Para empezar, Blanco asegura que es demócrata antes que católico, lo cual ya choca porque los valores católicos se basan fundamentalmente en el amor, la paz, el respeto y la igualdad. Que la Iglesia se oponga al aborto es algo que mantiene desde el principio de los tiempos, más aún ahora que científica y médicamente ha quedado demostrado con los avances técnicos actuales que la vida de un nuevo ser humano comienza en el momento de la concepción (ver documentales de National Geographic, del médico abortista arrepentido Nathanson, de la Sociedad Médica Mundial, etc).
Por otro lado, Blanco pide a la Iglesia que le respete su derecho a legislar a favor del aborto pero no es capaz de levantarle la voz a su jefe Zapatero, el cual ha impuesto a todos los diputados socialistas disciplina de voto para sacar adelante la nueva ley. Por tanto, se demuestra que es la clase política la que ejerce función dictatorial pues la Iglesia siempre mantiene las puertas abiertas para acercarse a conocer a Dios y siempre seremos perdonados -una y mil veces- por mucho que tropecemos siempre en la misma piedra. Blanco y los demás políticos que manifiestan que el aborto es pecado deberían ser consecuentes con sus valores en defensa de la vida del ser humano más desprotegido e indefenso (el no nacido) y ser valientes votando en contra de la ley o, en su defecto, ausentarse de la votación para no pulsar el sí. Balduino, rey de Bélgica, abdicó temporalmente para no rubricar la ley del aborto en su país, un hecho que demuestra su integridad humana excepcional. Pero en España la clase política, mediocre en general, sigue aferrada a criterios populistas y es capaz de faltar a la verdad objetiva de la creación de una nueva vida humana con tal de venderse como progres y capturar un puñado de votos, que también lo practica el PP con esto del aborto. Ni unos ni otros son claros, se limitan a seguir el mandato del jefe para no perder la paga generosa a ver quien trinca más. Y en esas se meten, a Dios rogando y con el mazo dando.