Más de un mes de confinamiento y seguimos con la incertidumbre de no saber qué nos deparará el futuro más inmediato, sin pensar más allá por temor al futuro a largo plazo, en el que nuestras vidas, tal como las hemos vivido, jamás serán las mismas. Son tiempos difíciles de digerir, complicados a la hora de asumir y asimilar, pero es necesario tomar conciencia de la realidad actual, que sellará el destino de cuantos superemos esta crisis, que por muy triste que nos parezca y tal como estamos sufriendo, no todos lograremos esquivar al virus, un hecho que nos marcará para siempre.
Es en estas circunstancias cuando resurge esa inquietud de nuestra existencia, tan frágil como insensata, sujeta y dependiente a la propia naturaleza, así como a nuestro sentido constante de evolucionar; una mezcla nociva que de una u otra manera siempre acabaremos pagando. Cambiar de actitud, adaptarnos a dichos acontecimientos e intentar no cometer los mismos errores deberían ser las metas más inminentes que esta nueva sociedad tendría que priorizar, pero por experiencia cuesta creer que aprendamos mucho más de lo que ya sabíamos, y nuestra memoria será censurada por nuestra propia forma de ser y ese deseo incontrolado de destrucción, tanto a nosotros mismos como a la propia existencia de este planeta.
Los precios los solemos pagar algo y "justos y pecadores", una realidad a la que aún les quedan meses de cuentas, donde los errores de unos pocos, como siempre, serán asumidos por unos muchos, que tras la crisis volveremos a danzar a merced de ese mismo poder, que seguirán jugando a ser dioses, de estar por encima de la humanidad y con la errónea convicción de creerse inmortales y carentes de peaje, algo a lo que los hemos acostumbrados.
Saldremos de toda esta situación, volveremos a tomar la calle, lograremos resurgir de esta pandemia, de eso no tengo la menor duda, pero tal como observo en esta sociedad, será difícil que aprendamos de los fracasos, y acabaremos olvidando esta pandemia que quedará para los libros de historia, así como arma arrojadiza sin otro propósito que acabar en cualquier ‘cuneta’.