Cotilleos y cotillas
Según un estudio de la Universidad de Michigan, cotillear puede contribuir a reducir el estrés y la ansiedad.
Según un estudio de la Universidad de Michigan, cotillear puede contribuir a reducir el estrés y la ansiedad. Los americanos han comprobado que la progesterona, una hormona sexual que fluctúa con el ciclo menstrual, aumenta cuando la persona se siente cercana a un amigo con el que cotillea. La doctora Stephanie Brown, autora principal de este informe, apunta a la progesterona como “posible parte de la base neuroendocrina para la vinculación social en los seres humanos”. El estudio también relaciona los incrementos de esa hormona con una mayor voluntad de ayudar a otras personas, algo que ayuda a entender mejor el comportamiento humano.
Por norma general, el objeto del cotilleo suele ser un conocido, y sólo afecta en el 5% a un famoso de los que salen en los programas del corazón. También los antropólogos dicen que esta debilidad tan humana es muy importante para definir la pertenencia a un grupo (clase social, adeptos a un partido político, etc.). En todas las sociedades y en todas las épocas se ha dado el cotilleo como acción de hablar sobre el que no está. Lo curioso es que se suele cotillear en negativo, es decir, hay personas que no han experimentado nunca el placer de hablar bien de alguien. Se dejan llevar por una necesidad imperiosa de encontrar defectos. Buscan hasta dar con lo más escabroso de los demás; que siempre tenemos, porque, como dijo aquél: “cualquiera, bien investigado, tiene más de diez años de cárcel…”.
Esta necesidad de contar las miserias del prójimo parte de personas con carencias, de mente básica y que llevan una vida de poco interés. Suele ser gente acomplejada que busca desprestigiar al otro para quedar por encima, ya que su valía personal no da para más. Suelen basarse en rumores que parten de algo cierto pero que nunca es como se cuenta. Así, una amistad se convierte en “lío de faldas” o una separación en la demonización de una de las partes.
En definitiva, que criticar es saludable… para el que lo hace, pero no hay que olvidar que es ejercicio de mentes pobres e infelices y que, tras una crítica, podemos saber más de quien critica que del criticado.
Por norma general, el objeto del cotilleo suele ser un conocido, y sólo afecta en el 5% a un famoso de los que salen en los programas del corazón. También los antropólogos dicen que esta debilidad tan humana es muy importante para definir la pertenencia a un grupo (clase social, adeptos a un partido político, etc.). En todas las sociedades y en todas las épocas se ha dado el cotilleo como acción de hablar sobre el que no está. Lo curioso es que se suele cotillear en negativo, es decir, hay personas que no han experimentado nunca el placer de hablar bien de alguien. Se dejan llevar por una necesidad imperiosa de encontrar defectos. Buscan hasta dar con lo más escabroso de los demás; que siempre tenemos, porque, como dijo aquél: “cualquiera, bien investigado, tiene más de diez años de cárcel…”.
Esta necesidad de contar las miserias del prójimo parte de personas con carencias, de mente básica y que llevan una vida de poco interés. Suele ser gente acomplejada que busca desprestigiar al otro para quedar por encima, ya que su valía personal no da para más. Suelen basarse en rumores que parten de algo cierto pero que nunca es como se cuenta. Así, una amistad se convierte en “lío de faldas” o una separación en la demonización de una de las partes.
En definitiva, que criticar es saludable… para el que lo hace, pero no hay que olvidar que es ejercicio de mentes pobres e infelices y que, tras una crítica, podemos saber más de quien critica que del criticado.
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